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Aventuras y confidencias de un perrito


Los archivos"La gran aventura, es ver aparecer algo desconocido a diario en la misma cara. Es más grande que cualquier viaje alrededor del mundo. "(Alberto Giacometti)


A Li, mi fiel compañero, mi amigo, mi vida, MI humano, cuyo rostro, todos los días, me ofrece otro milagro que anhelo contemplar. Eres la aventura más hermosa que sea. No necesito nada más. - Chevy.


Me llamo Chevy, como las camionetas. No fui nombrado así porque rugía como un motor o en honor a Chevy Chase (aunque como Lassie, Marley y Hatchi, tengo todo un rostro cinematográfico), sino más bien porque se ha notado mi emoción incontrolable cada vez que tuve la oportunidad de subirme a un carro para dar la vuelta. Es así, ¡a cada uno sus manías! Pero yo soy sobre todo un perrito bilingüe un poco dormilón con pelo hirsuto y bigote de erudito de casi catorce años de experiencia (que en edad canina equivale a unos venerables 98 años), y por esto te puedo ladrar de la vida de un lado al otro, especialmente de la de los humanos como tú, porque ustedes, hombres, son criaturas muy divertidas. Esa vida, tuve mucho tiempo para observarla y olfatearla. Entiendo su preciosidad, y me parece que ella no siempre sigue el camino más bien pavimentado, lo que en mi opinión es algo bastante bueno... si usamos las botas adecuadas, por supuesto.


Me gusta descubrir el mundo fuera de lo común y hacerme un espacio junto a MI humano, él que yo escogí, que me atrajo como un imán desde el primer segundo (o como el olor de carne asada, es según), y tengo esta increíble oportunidad de vivir una plétora de aventuras grandes y pequeñas a su lado. Avanzo a su paso, como un igual. Sí, es verdad, elegí mi Humano entre todos. Coincidimos. ¿Tal vez era porque su nombre desprendía un dulce olor a libertad, como un raro perfume? En seguida cuando lo conocí, se hizo obvio. Sus grandes manos callosas me parecieron suaves a más no poder cuando habían acariciado por primera vez mi pelaje y su pecho se convirtió en una apacible almohada, incluso cuando se estremecía a través de las pruebas de la vida o de sus grandes alegrías. De inmediato me sentí como si hubiera nacido para estar a su lado, para hacerle compañía y verlo progresar en el mundo. Su ritmo siempre ha sido mío, pero como mejor me convenía a mi, yo, perrito atento.

Porque mi humano no ha siempre subido montañas, claro que no, no me malinterpretes. En otra vida, prefería esquivarlas, y yo estaba allí mirándole mientras lo hacía, diciéndome que era como un feto flotando en el líquido amniótico del vientre de su madre, cómodo y abrigado, pero cada vez más estrecho en el útero de la vida cotidiana, el cual ya no podía estirarse al ritmo de los años que pasaban. Seguía sus pasos, como un fiel moloso, leal y devoto, esperando que se salga de su bolsillo de canguro, no sin un choque, y que así pueda nacer por segunda vez. Sentí que esta vez, iba a ser la buena, y me juré que nunca lo iba a dejar en el intervalo de esta nueva vida.


Es que este hombre, lo amo incondicionalmente. Hay que haber tenido una relación "humana canina" para entender la verdadera naturaleza de lo que te digo. De lo contrario, pensarás que yo te hablo en idioma chino... o en Schnauzer miniatura... Mientras sigo vivo, sincronizaré mi ritmo al suyo, incluso a costas de esperarle en sus momentos de duda, en sus vacilaciones, incertidumbres y sus días de flojera. Verlo abrir sus alas, ser testigo de su deslumbrante renacimiento y de su fulgurante crecimiento como hombre libre, así como de su amor exponencial por esta fresca y nueva emancipación, era una oportunidad inesperada en la vida de un perro sin historias como yo. Su despertar también me permitía vivir una odisea pasmosa que ni en sueños me había atrevido a imaginar. Por lo tanto, no soy solo un perro, sino un frasco de cola vivo. Me apego a él, a la aventura que me hace cosquillas al hocico al ritmo de la brisa, y abrazo este estado mental zen y satinado que me caracteriza más que cualquier otra cosa. Simple es mi felicidad, ciertamente, pero no simplista para nada.


Tengo la mejor vida que sea, suficiente para hacer que te mueras de envidia. Parece pedante decir eso, pero te juro que es la pura verdad. Es la amistad sincera y la ósmosis con nuestro entorno que hacen que nuestras pequeñas cosas sean excepcionales. Nosotros los perros, entendemos esto de manera innata, a diferencia de ustedes, los seres humanos, que parecen encantados con todas las posibles complicaciones para tratar de lograr sus fines, a veces innobles, a veces empalagosas, a veces dulces. A mí, mi vida corre sin que yo me ahogue en mis pensamientos. Aprovecho de la casa para descansar en verdadero pachá. Además de mi humano y sus descendientes, vivo con Crash, Simon y Momo. Si soporto a Crash al gato de la mejor manera que puedo sin mostrarle demasiado colmillos, soy un poco menos paciente con Momo, el diabólico petauro del azúcar y el miembro más reciente, Simon el roedor lisiado. Dicho esto, si ellos no vienen a perturbar mi paz, yo los acepto. Soy así. Mi humilde naturaleza me empuja a aceptar lo que tengo, incluso si tengo que aprender a compartir mi espacio con otras criaturas un poco menos convenientes a sus horas.


Pero mi verdadera familia es ÉL. Él es todo para mí. Mientras él esté en los alrededores, irradio de felicidad. Hago lo que hace, como lo que come. A veces se ríe de mí, llamándome flojo, pero finjo ignorarlo. Si me pide que lo ayude a doblar la ropa o cualquier otra tarea relacionada con mi papel de buen perro, hago oídos sordos. En ocasiones, cuando estoy fuera de su vista, se pregunta dónde podría haber ido a esconderme: "¿No sabes que no puedo vivir sin ti?", me regaña, los ojos risueños. Pero cuando descanso en una esquina y él me dice: "Chevy, Chevy, ven aquí, ven y abrázame", me acuesto a su lado o me acurruco en el hueco de sus brazos, y nos convertimos en una extensión uno del otro. No soy muy cristiano, pero debe ser esto, lo que se llama comunión.


Cada vez que tenemos la oportunidad, andamos en motocicleta, y la melena al viento, bien colocado en la espalda de mi amigo, disfruto de un hermoso día en el sol a "quemarme el cuero". Si no, yo viajo, hago largos paseos por los cañones de los alrededores, siguiendo religiosamente al hombre de la situación en su inspiración del momento. Me convierto en su compañero de equipo. Trotamos juntos como si fuéramos un solo todo, a menudo siguiendo un plan improvisado, alcanzamos cimas y cumbres (algunos se preguntan cómo un perro tan pequeño puede escalar picos tan altos, pero los desconcierto a todos...), bajamos en pasajes invadidos por los arroyos, cruzamos valles, trepamos a rocas para admirar panoramas indescriptibles, vibramos al ritmo de la tierra y del perfume de las flores perforando el árido desierto, en verdaderos milagros. Me gusta poner mi mirada en él cuando observa las flores, el ojo emocional. No sé en qué o en quién piensa, pero sé que el momento presente vale en su universo todos los huesos con médula del mundo. Me quedo allí apartado, regalándole mi discreta presencia. Luego, se despide de la flor como de una mujer hermosa, me murmura una o dos palabras de ánimos, reemprendemos nuestro viaje y nos echamos millas en un silencio envolvente que nos agrada a los dos. Le siento libre a mi lado, y es inmensamente hermoso a ver. A veces traemos a Momo. Esto es menos agradable (para mí), pero me abstendré de ladrar sobre este tema, si lo permites.


Cuando llegamos a casa, me desplomo de cansancio a sus pies. Él tiene indiscutiblemente los pies más confortables que sea, son verdaderas bendiciones calzadas, y es el caso incluso cuando lleva botas cubiertas de barro o humedecidas calcetines por culpa del esfuerzo de caminar por la montaña. En tanto que esté cerquita, puedo dormir toda mi vida, abriendo perezosamente un ojo de vez en cuando para asegurarme que Crash permanecza en su lugar cuando no deseo que se pegue a mi, levantándome a comer mi rebanada de jamón o algunas golosinas para perros, extendiéndome por momentos en un balasana canino impecable para estirar mis viejos músculos de perro con agujetas después de tantas subidas y bajadas providenciales, y saliendo de mi letargo para una buena pelea con mi Grinch de peluche (porque hay que mantenerse en forma). Estoy esperando una señal de él para extirparme de mi inmovilismo y emprender una nueva aventura. Cuanto más lo pienso, más bella parece la vida en la cima del mundo, cuando ÉL brilla ahí en ella con satisfacción. En estos momentos, ya no me siento como un perro, sino como un pájaro. Mi pelaje se convierte en plumaje y soy a un sólo "pelo-pluma" de despegar hacia las nubes. Pero esta vida de perro-pájaro es igual de satisfactoria cuando estoy a la sombra de su silueta un poco encorvada por el esfuerzo, la superación personal y la emoción del momento.


"Los perros nunca mienten cuando hablan de amor", ha escrito Jeffrey Moussaieff Masson. Bueno. Lo admito, no conocía esta cita para nada, pero la autora que decidió "ponerme en palabras" consideró apropiado colocarla aquí. "Porque tu vida es un poco así, querido Chevy", que se imagina afirmándome solemnemente. Es cierto que todos los perros viven las cuatro patas firmemente arraigadas en la honestidad cuando se trata de mostrar (o no) su apego a un ser vivo. Como perro, nunca me frotaría contra la pierna del diablo encarnizado ... o contra Momo y Simon... o contra alguien que está lastimando a mi humano. Las mejores amistades a menudo nacen de encuentros entre un hombre y un animal. Extrañamente, no hablamos el mismo idioma, no tenemos el mismo horario, no tenemos las mismas prioridades. Pero el amor verdadero no tiene en cuenta todo eso.


Me llamo Chevy, soy un perrito feliz y enamorado que quiere ser recordado como el rey del mundo ... Al menos un virrey, un gobernador, ya que comparto todo con el ser amado y nada me es exclusivo. Amar es compartir. Ahora que compartimos nuestro texto, que así sea. Y si soy parte de su vida como miembro de la familia, él es y siempre será TODO mi universo.



| par La vie est un piment

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