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Tan lejos, mi casa


"A esta eterna triple pregunta aún permaneciendo sin respuesta: ¿Quiénes somos? ¿De dónde somos? ¿A dónde vamos? Respondo: Personalmente, soy yo, vengo de casa y vuelvo allá ". (Pierre Dac)


Para ti, querido úrbano, que piensa que mi casa está tan lejos.


En mi casa, en la ciudad de Rimouski, nos levantamos temprano en la mañana con la punta de la nariz congelada, ya seamos en junio o diciembre. No me gusta el frío, para decirte la verdad... excepto cuando viene la hora de dormir. Créame, nada supera una buena dosis de aire fresquecito para pasar las más prolíficas noches que sea. Me envuelvo desnuda como un gusano en una gigantesca cobija de lana (lana real, por fa, nada de este material sintético), paso una de mis muchas pashminas coloridas alrededor de mi cuello, agrego dos o tres más cobijas desiguales encima de mi cuerpito para transformarme en una crisálida humana macerando en su capullo de seda, cierro los ojos como se supone que debemos hacer al momento de dormir y duermo, ingenuamente. Es tan simple como eso. Sí, duermo, y ¿sabes qué? Yo no arrugo. La frescura actúa como una máscara natural que mantiene mi cara tan suave como la piel de un bebé. Impresionada, la gente me pregunta cómo lo hago para no envejecer ni un poco (todos están equivocados, de todos modos envejezco. Lo sé y lo veo, pero bueno... Mejor así si los demás no se dan cuenta de nada). Encojo los hombros, pero en el fondo, SÉ por qué. Esto es el secreto, la receta mágica para mantener una apariencia juvenil: ¡Que las cremas costosas se vayan al diablo! Duérmete desnudo en una habitación a doce grados centígrados como una mariposa en ciernes y no tendrás que correr detrás de la Fuente de la Juventud. Bueno. También hay genética, pero esto es un imponderable.


Sí, en casa, hace frío. No todo el tiempo, pero bastante seguido. Nunca nos acostumbramos totalmente, y mientras mis amigos de Montreal, cuando llega la primavera, siembran sus tomates y calabacitas, sacan sus bicicletas, sus trajes de baño y me hablan del pasto bien verde... Siempre me pregunto lo que es una verdadera primavera. En mi rincón, podríamos hacer fácilmente nuestra primera depilación del año en junio, pero lo hacemos todo el año de todos modos, para hacerse creer a sí mismo que el calor volverá y que podremos mostrar al universo entero nuestras piernas bien blancas prontito. Aquí, solo tenemos dos estaciones reales: el "frillazo" y los mosquitos. ¿La primavera? Debe vivir en algún lugar de un país que se llama teoría, un país misterioso de que suelo hablar, pero que nunca he visitado antes, por falta de tiempo y medios. Pero aquí en contraparte hay deliciosos cangrejos de las nieves, langostas y salmón ahumado lacado con jarabe de maple. ¡No seas celoso! También tengo auroras boreales y perseidas muy bonitas, pero sobre todo... ¡no tengo tráfico! Sin percatarse, el tráfico es ruidoso, es aburrido, es una pérdida de tiempo demencial, es una razón para enormes peleas con tu pareja (¡Pasa por allí! ¡No! ¡Te lo había dicho! ¡Estaremos atrapados aquí durante al menos tres cuartos de hora!) Aquí, nada de esto existe. Así que saltamos directamente a la pelea siguiente, acerca de lo que comeremos en la cena, mientras para ustedes, llega esta conversación en segundo. Si te toma cuarenta y cinco minutos hacer algunos kilómetros con tu automóvil cada mañana, también me toma cuarenta y cinco... si decido andar a pie. Sino, en carro, llego al trabajo en cinco minutos... u ocho, si hay un atasco de tráfico en la intersección de la calle segunda y de la calle Rouleau.


La ubicación de mi tierra es ideal. Me dirás que vivo bien lejos del aeropuerto Trudeau, y tienes razón, con tu propia perspectiva, pero ahora podemos viajar "al sur" directamente desde él de Mont-Joli, que está apenas a veinte minutos de la casa tomando la autopista 20. Esto es ampliamente suficiente como para subsanar las "emergencias sol" durante nuestros interminables inviernos. Además, la distancia es relativa. Viajo mas seguido al extranjero que la mayoría de los que miran a Trudeau desde su patio trasero. Conozco de memoria todos sus rincones (del aeropuerto, no de nuestro Primer Ministro... Come on!). Y de todos modos, vivo a la puerta de la naturaleza en su expresión más bella. Esto compensa. Viajar es también apreciar la belleza circundante. El Témiscouata y sus hermosos lagos quedan justo al lado de aquí, después de todo. El mejor requesón de todo Quebec, el de la Quesería des Basques [1], está a mi alcance y este queso hace maravillas sin igual en las poutines [2]. El pueblito de Bic está bien cerca de mi ciudad, él, su famoso parque donde es tan bueno ir a caminar los fines de semana entre corzos y otros animalitos que parecen salir de una película de Disney... y Chez St-Pierre [3], el restaurante de la mejor chef de Quebec en 2018. Porque la chef Colombe, es ella misma un producto regional que aún no has podido comprar en tu casa. De hecho, es en las regiones donde encontramos la mayoría de esos productos cuyos restaurantes de las grandes ciudades necesitan tanto para dejar correr su creatividad. Sucede que vivo en "una región", es mi hogar, ¡así que para mí todos estos productos, y por menos dinero, además! Qué suerte tengo, ¿no?


Desde aquí, estoy lejos de Nueva York, Boston o Toronto, es cierto. Pero estoy a menos de seis horas en carro de Montreal y de todo lo que tú tienes, a tres horas y pico de la ciudad de Quebec, tengo acceso a la Gaspésie y al Nuevo Brunswick en unas pocas horas de carro (cruzando paisajes alucinantes para agregar a la experiencia), la Côte-Nord queda a un solo viaje en ferry de aquí y Halifax, esta hermosa ciudad donde la vida es tan buena, solo queda a ocho horas en coche, así como Portland, la metrópolis del Maine y su alboroto. Ocho horas... Se parece mucho a un "Montreal-Nueva York", si analizamos el asunto con un poco de retrospectiva. De hecho, estoy a menos de dos horas de la frontera del Maine, y suficientemente cerca del Parque Nacional de Acadia, una distancia más que aceptable. Desde aquí, se puede conducir hasta las Islas-de-la-Madeleine, aunque es una verdadera odisea. Desde aquí, puedo pasar el fin de semana en el Parque de la Gaspésie, en Forillon, Charlevoix o Bar Harbor. Desde aquí, tengo acceso a las caídas de sol más bellas del planeta a diario, siempre y cuando este famoso sol un poco impredecible no me deja plantada para irse por otro rumbo a relajarse. Entonces, cuando uno me dice que vivo lejos, tiendo a reírme un buen rato y barrer este comentario sin más. "¿Lejos de qué? ¿Lejos de quién? Lejos de las ciudades más populosas, supongo. Lejos del ruido constante de los pitos, de los baches, de las horas perdidas en mi automóvil tratando de abrirme un pasillo del punto A al punto B, de la violencia de las calles al atardecer, de los partidos de los Canadiens de Montreal [1] a 200 dólares por boleto (lo que en realidad no es una gran pérdida para la humanidad).


Porque así es en mi casa. Puedes caminar hasta muy tarde en la noche sin temor a que te roben. No tengo que evitar una esquina de tal calle o este barrio. Podemos confiar en las niñeras, porque siempre es la hija de tal fulano que contratas para cuidar a tus hijos, que también ella es la niñera de los hijos de tu amiga Amelie, que decidió contratarla después que su colega Francis le dio referencias. También puedo ir a las urgencias al hospital sin haber que esperar veinticuatro malditas horas antes de recibir tratamiento. De hecho, nunca he esperado más de cinco o seis horas aquí para ver a un médico, a pesar de que puede haber excepciones. Si viviera en Montreal y estuviera enferma como un perro, llamaría a Rimouski para validar el tiempo de espera en la sala de urgencias, luego tomaría mi automóvil y una pequeña merienda por el camino, y con gusto haría las cinco y media horas de camino hacia mi "pequeño y encantador lugar que no queda tan lejos", solo para tener el gran placer de ver a un médico rápidamente y luego sentirme aliviada. Porque en el peor de los casos, esperaría cinco horas, lo que, sumado a mi tiempo de viaje, sería de unas diez horas y media... mucho menos en comparación con la larga espera al hospital en una ciudad grande. En el peor de los casos, puedes dormir una noche en un hotel de la ciudad (cuya habitación cuesta entre dos y tres veces menos que en Montreal) y llenarte con mariscos frescos. Hay peor en la vida, créame. Esto se llama unir lo útil a lo agradable.


Sí, tienes acceso a una diversidad cultural que no tengo y esa es una riqueza que me gusta en lo particular. Te lo concedo. Pero te sorprenderías ver cuántos extranjeros hay aquí para una población tan pequeña. El hecho es que la ciudad está plagada de estudiantes, teniendo en cuenta que tenemos uno de los colegios más grandes de la provincia de Quebec, así como una universidad y un instituto marítimo que atraen a personas de todas partes. Poder continuar sus estudios de principio a fin en Rimouski es una ventaja que atrae a muchos alumnos y profesores de todas partes, además de jóvenes de varias regiones de nuestra hermosa provincia. Esta pluralidad, de repente, ha acelerado la llegada de productos más exóticos en nuestros estantes. Resultó de esto una ciudad que felizmente emana de esta locura juvenil de mil y un colores y sabores y donde se siente realmente bonito vivir. En el palmarés de los lugares felices, a menudo tendemos a obtener excelentes calificaciones, la verdad. Y si quiero probar un curri tailandés, un burrito o un bibimbap, no necesito exiliarme, al contrario de la creencia popular. Yo agregaría que no es aquí donde tenemos problemas de acomodamientos razonables (o insensatos, dependiendo) con los nuevos llegados. En las regiones, el ajuste de los inmigrantes es generalmente más fácil, tanto en términos de empleo como de integración social. Cuando veo todos estos retos de acomodamientos en la televisión, sonrío pensando que este no es "nuestro problema" aquí. Este es "su problema", y punto. Es que en casa, tenemos espacio para dar y tomar. Nadie se está apilando en los dedos de los pies.


A menudo me dices: "Múdate en Montréal, ¡estás tan seguida de paseo por aquí!" Estallo en carcajadas cada vez. Es cierto que hago muchos viajes de ida y vuelta cada año para visitarte. Tengo mis razones. Entre otras, si algunos tienen sangre roja o azul, la mía es nómada. No te rías, ¡existe de verdad, como no! A veces, me pregunto cuál sería el beneficio real de tal movimiento. Después de todo, pagaría el doble por una casa más pequeña que la mía, y probablemente sin patio trasero, o sino me convertiría en una suburbana amargada por culpa del túnel Louis-Hippolyte-Lafontaine que anda siempre igual de obstruido que un baño público. Ya no podría realmente encontrar momentos de este silencio puro y completo que es tan importante para mí, a pesar que doy la impresión de hablar todo el tiempo. Necesitaría aire acondicionado para lidiar con tu verano demasiado pegajoso. Pagaría el doble para asistir a las mismas obras de teatro del TNM [5] que ya vienen de gira aquí de todos modos. Ya nunca más comería buenas poutines de mi vida (porque hay que decirlo, las poutines en tu ciudad, no saben tan ricas. ¡Por lo menos no como las de mis cantinas favoritas de aquí! La buena comida de cantinas, es en las regiones que la encuentras.) ¿Y mi tártaro de salmón fresco? No podría pasar meses sin hacer un recorrido por la Réserve [6] y atiborrarme de tártaro. IM-PO-SI-BLE! También perdería todas esas sublimes caídas de sol típicas del este y esas noches estrelladas (¡maldita contaminación luminosa!). Y debería respirar smog algunas veces al año. Me costaría mucho mas dinero ir de compras (demasiadas opciones, a veces es tan malo como no tener ninguna...). Mi hermana está aquí, mi mejor amiga está aquí. Yo vivo a igual distancia de mi hermano y de mis padres... Tengo muchas razones.


¿Por qué alejarme, entonces? ¿Por qué hacerlo cuando uno tiene la opción de tener todo al mismo tiempo a unas tantitas horas de viaje? Piénsalo un poco y comprenderás que la vida, que MI VIDA, no se limita a lo material, y esto, a pesar de que tengo la reputación de ser una feroz coleccionista de zapatillas. Si quiero atender a un partido de futbol, beber té con leche chino, tomar un avión a Trudeau, comer taquitos de La Capital Tacos [7] o algo de un food truck, la ciudad mayor nunca está lejos para satisfacer mi antojo urbano.


Pero a mi, y hay que admitirlo, no me toma doce malditas horas de carro a refunfuñar contra la mala calidad de nuestras carreteras para ir a tomar una buena cerveza fría en La vieille usine [8], ir a comer un doner rebosante de salsa dulce con ajo en Nuevo Brunswick, o ir a llenarme la panza al Stubborn Goat [9]. La distancia está en tu cabeza, realmente. Una vez que se acepta esta observación, vivimos mejor. Entonces todo depende de tus prioridades en la vida, de tu resistencia a la aventura y de tu apertura al mundo. Al mundo que comienza aquí. No solo al mundo lejos.


Y como Boucar Diouf, este gran sabio afro-quebequés que Rimouski adoptó hace mucho escribió muy bien: "Si el humano es un eterno insatisfecho, es porque es frecuente buscar la felicidad sin encontrarla, encontrarla sin reconocerla y reconocerla sin poder retenerla. [10]". Decidí que la felicidad estaba aquí. Bienvenido a mi casa y siéntete en tu hogar.

[1] Fromagerie des Basques : http://fromageriedesbasques.ca/

[2] Platillo de Québec hecho de salsa, papas fritas y queso cheddar.

[3] Chez St-Pierre: http://chezstpierre.ca/

[4] Les Canadiens de Montreal: https://www.nhl.com/fr/canadiens

[5] Théâtre du Nouveau-Monde

[6] La Réserve Bistro: https://bistrolareserve.com/

[7] La Capital Tacos: http://www.lacapitaltacos.ca/

[8] La vieille usine: https://www.lavieilleusine.com/

[9] Stubborn goat: https://www.stubborngoat.ca/halifax/

[10] Rendez à ces arbres ce qui appartient à ces arbres, Boucar Diouf.


#JUNIO18L1

| par La vie est un piment

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