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¡San Francisco mío!


“Si un día voy al cielo, miraré alrededor y diré: 'No está mal, pero no es San Francisco'.” (Herb Caen)


Herb Caen, este antiguo ganador del Pulitzer, siempre ha hablado de su San Francisco como si fuera una guarida divina inigualable. Al momento de posarme allí como sobre los racimos de una buganvilla en plena floración, yo, pequeña mariposa despreocupada, estuve asombrada por esta misma llamada a la felicidad. De inmediato decidí cambiar esa exclamación bien mía, ese típico "¡Dios mío!" a menudo soltado de mis labios en forma de corazón, por un "¡San Francisco mío! bien sentido. No, no te diré todo lo que puedes hacer en San Francisco. Después de todo, eres capaz de perderte solito de buena gana en la ciudad y así crear tu propio sueño californiano con sabor a kale, a sopita de almejas, a chocolates Ghirardelli y a vinos exquisitos. Prefiero hablarte sobre MI San Francisco, el que me hechizó al instante de mi llegada, sobre las impresiones que sembró en mi espíritu vagabundo como las semillitas de todas estas flores desconocidas que abundan en las eras de los hermosos barrios. Y decidirás solito si este San Francisco es tan agradable para ti como lo fue para mí.


Lo primero que hice cuando llegué a San Francisco fue de comprarme una tarjeta Clipper, esas tarjetas de transporte público, con las cuales puedes suscribir a un pase de autobús y tranvía ilimitado por solo treinta y tres dólares americanos, válido por tres días. Este paquete no incluye el metro (llamado Bart), pero puedes caminar fácilmente por la ciudad sin usar el Bart, de hecho, y esto sin perder mucho tiempo. En el peor de los casos, caminarás un poco (mucho) y terminaras con un lindo culito bien firme.


Primero que todo, tuve la inconmensurable oportunidad de disfrutar de la hospitalidad de Agnes y David, dos quebequenses que viven en esta ciudad desde ocho años y que amablemente me permitieron habitar un gran cuarto luminoso ubicado al lado de su garaje. Esto fue una enorme ventaja para mi presupuesto, porque alojarse en SF no es barato (a pesar de las opciones que ofrece Airbnb, una pequeña empresa local de la nada, si sabes a lo que me refiero...). Instalaron su nido en College Hill, un distrito central encaramado en una de las muchas colinas de la ciudad, que literalmente flota en la neblina de la madrugada, la cabeza un poco perdida en las nubes. Parece que San Francisco se prepara un baño de niebla todas las mañanas, abusando un poco de la espuma. Esta espesa niebla se desborda de todos lados, como un busto atado en un sostén demasiado pequeño o una rollito indócil en un pantalón de mezclilla demasiado estrecho. Pensándolo bien, la ciudad desaparece de nuestra vista (Oudini no hubiera podido haberlo hecho mejor) y se hace igual de lechosa que una nevada abundante, sedosa y enguatada como el algodón, igual de mágica que de deslumbrante en toda la grandeza de la inmaculada blancura del estrato descendido del cielo. Nos da la oportunidad a diario de olvidar la ciudad por un momento, de borrar de nuestra memoria los pequeños detalles que la hacen tan única, de banalizarla por unas horas, y luego tratar de adivinarla detrás de esta opaca cortina, redescubriéndola a tientas, deseándola como a una figura desnuda en la oscuridad de una habitación sin ventana, oliéndola. Y de repente, la magia opera y la ciudad se reinventa por sí misma. Por lo general, ocurre alrededor de mediodía. Las nubes se disipan, la niebla le cede el asiento al sol que toma toda la escena e ilumina de sus miles de rayos un San Francisco que se ve muy diferente al de ayer, y al de anteayer. La ciudad de repente se vuelve sorprendente y una orgía de colores penetra en mis pupilas.


Es en el Mission District que empecé mi vuelta prodigiosa. Había leído en alguna parte que era, ante todo, el bastión de los latinos y que encontrábamos allí lugares muy buena onda. De hecho, es la multitud de pupuserías y taquerías de la calle Mission que me saltaron primero a la vista, a la nariz y al oído. Porque en las cantinas latinas, huele bien rico y la música a menudo juega al máximo. ¡Me da ganas de menearme y de intentar pronunciar r dobles, de repente! El barrio se aburguesa rápidamente, siguiendo la tendencia de muchas ciudades. Así, los sectores populares que ofrecen opciones más asequibles atraen a una clientela joven que vigoriza la zona, no sin praticipar al incremiento del coste de la vida, sin embargo. Dicho esto, Mission District es un barrio a descubrir a pie. Y aquí, milagrosamente, casi nunca hay niebla. Este es el lugar donde el clima de San Francisco es siempre agradable. También, las paredes de los callejones y arterias están cubiertas de graffitis de una increíble magnificencia. Hay algo para todos los gustos, dibujos con una connotación política mezclados con otros que pagan tributo a la música, al béisbol, a estrellas de la pop de todas las categorías, a la Virgen de Guadalupe... Siendo una tremenda fanática del arte de la calle (por no decir obsesionada), me sentí como si hubiera aterrizada en el paraíso del graffiti bien hecho. Y a diferencia de muchos lugares del mundo, los dibujos de Mission District (y, lo iba a descubrir más tarde, de San Francisco en general) quedan limpios e intactos después de varias semanas. En otros lugares, rápidamente unos embadurnan a los dibujos, y después, se superponen otros embadurnamientos, etc. Aquí, frescos y murales compiten de belleza con sus colores exóticos para que te llenes las pupilas de esplendor y hacen de San Francisco un verdadero museo a cielo abierto y gratuito. Caminando, llegas a menudo por accidente a Dolores Park, donde el fin de semana, toda la fauna urbana que puebla los barrios de los alrededores, converge para hacerse broncear el cuero. Es festivo y el parque ofrece a lo lejos una vista incomparable del distrito financiero y de sus rascacielos representativos, donde empresas como Google y Salesforce tienen su sede central.


Y mientras paseo por las coloridas calles de Mission, ¿por qué no aprovechar la oportunidad para bifurcar en la calle Guerrero hasta Tartine Bakery [1], para tragar en dos mordidas un pie de limón bien acidulado, exactamente como más me gusta? Tartine, me enteré de su existencia por casualidad en un episodio de Masterchef Australia, en el cual dijeron que era una de las mejores pastelerías del mundo, así que garabateé ese nombre en una libreta para un viaje futuro, porque a mi, los postres, simplemente me gustan un poquito demasiado. Si uno prefiere una bebida, la zona también está llena de bares de vinos. Elegí el Etcetera Wine Bar [2]. Así. Al azar. Porque en San Francisco, el azar hace toda la diferencia. El “espumante” es muy agradable después de un largo día caminando por las empinadas colinas de la ciudad, ¡y el vino de California es exquisito! Mission, sí, se vive con los ojos, ¡pero sobre todo se come! Los fines de semana, los "desayunos almuerzos" son muy de moda en la área. Me encantó el plato gigantesco (una porción claramente estadounidense) de tostadas francesas del Universal Cafe [3], con compota de ciruela y frambuesa, y su jugo casero de guayaba y fresa mezclado con una generosa ración de prosecco, solo para que yo tenga la impresión de vivir una vida muy fancy y creerme un poco.


Hay tanto que hacer en la ciudad que uno tiene la impresión de que el tiempo pasa a una velocidad vertiginosa. Sí, todos queremos visitar a Alcatraz (si no se nos olvidó reservar tres meses antes de la fecha de salida, de lo contrario, siempre está sold out), queremos ver a las Painted Ladies, queremos suspendernos a un cable car arriesgando nuestra vida y así subir hasta Lombard Street, luego bajar la calle caminando tomando fotos cursis en cantidades industriales. Todos queremos una foto con el Golden Gate Bridge. También queremos recorrer las hermosas tiendas cerca de Union Square y sentirnos "muy chingones". Pero hay mucho más que todo esto. En Fisherman's Wharf, por ejemplo, un sector más costoso y muy turístico, descubrí a pesar de todo una actividad bien divertida, barata y loca: la visita del Musée Mécanique [4] (así se llama, con nombre francés). Puede sonar tedioso con un tal nombre, pero en realidad es un gran espacio en el que han reunido montones de antiguas máquinas de juego. Todo cuesta entre $0.25 y $1, ¡y además nos da una risa contagiosa! Podemos dejar una vieja gitana arrugada leernos la buena fortuna, recibir las predicciones de una abuela aterradora, evaluar nuestra intensidad sexual con una máquina que la calcula a partir de las líneas de la palma de nuestra mano, jugar pinball, PacMan, recibir un buen masaje en una silla vibrante, ver videos XXX datando de los años 20 en una máquina a $0.25... ¡De hecho, hay docenas de máquinas para probar! ¡Me enamoré de este lugar! Tiene una vibra bien alegre. Más que todo el resto de Fisherman's Wharf, ¡te lo juro! No muy lejos, también me encantó el Palacio de Bellas Artes [5], que está en pleno medio de un parque florido con entrada gratuita. Es tan romántico, este lugar, que me parece que sería el escenario perfecto para un primer beso... Aww…


Si el Golden Gate Park [6] nos permite disfrutar de un oasis de vegetación en el corazón de la ciudad, también está lleno de descubrimientos que hacer. Los amantes de los jardines japoneses pueden dar un paseo por él que el parque alberga, mientras los amantes del arte elegirán visitar al Museo De Young. Estas actividades siempre son muy populares, pero yo preferí dar una agradable vueltita por las recamaras llenas de orquídeas del Conservatory of Flowers [7], un acogedor centro botánico que contiene miles de orquídeas de todas partes del mundo. Porque a mi me gustan las flores, si no te diste cuenta. Es mi naturaleza de "mariposa humana". Justo antes de ir al parque, me gustó mucho desayunar dim sum de Sun Maxim [8], una cantina que a primera vista no parece tener algo especial. Está ubicada en la calle Irving, bien cerquita. Estuve allí con un amigo nacido en Hong Kong a quien le di carta blanca para elegir todo para mi. Unos dim sum de camarones riquísimos con arroz glutinoso, ¡no hay nada mejor en el mundo! Este es el desayuno típico de Hong Kong. San Francisco está lleno de persona de origen asiática. Disfrutar de sus muchos cafés y restaurantes (y de su gran destreza) es ineludible, en mi opinión. Y les voy a contar un secreto, hay dos barrios chinos en esta ciudad, uno de cual se habla en las guías turísticas, otro cerca del parque, y varias otras urbanizaciones asiáticas menos conocidas de los turistas, lo que las hace bastante interesantes porque todo allí queda bien barato. La calle Irving es una de esas arterias locales. Digamos que mi complexión a color de leche y mis grandes ojos azules contrastaban con el resto del concepto, en los diferentes snack bars... para mi gran placer.


Antes del desayuno, se puede hacer un pequeño desvío hasta las escaleras de mosaico en la intersección de las calles 16th y Moraga. Esto comienza gloriosamente el día, y no está muy lejos de Irving Street y de la entrada del Golden Gate Park. Estas escaleras son uno de mis grandes "wow" del viaje, y otra vez es una actividad gratuita. La felicidad no cuesta mucho, ¿verdad? Para tener las escaleras para uno solito, hay que ir temprano, porque tan pronto como sale el sol, los turistas salen también. Es directamente proporcional. Además, a las primeras horas de la mañana, los 163 hermosos escalones coloridos andan la cabeza en la niebla, lo que los hace aún más magistrales. Cuando los miramos desde abajo, se nota muy bien el concepto del diseño, y las diferentes secciones de las escaleras evolucionan del mar (parte inferior) hasta el cielo soleado (parte superior). Los cientos de voluntarios que contribuyeron a su construcción tienen cada uno una pequeña teja personalizada en las escaleras. Es muy conmovedor. Hasta descubrí la huella de los pies de un bebé en uno de los escalones.


Bajita la mano, aun no es mediodía y comí chino, recorrí las escaleras de mosaico e hice un paseo al parque a través un hermoso jardín de orquídeas. ¡Todo eso estimuló mi apetito! Y mientras estoy cerquita... ¿por qué no ir a almorzar en Japantown? Queda a unos minutos en autobús, y allí se puede comer maruchan (siempre es buenísimo comer maruchan), visitar librerías japonesas para abastecerse de nuevos mangas, pero sobre todo... ir a disfrutar el mejor helado de todo el universo, el de Matcha Cafe Maiko [9]. El cono de helado, de una elegancia completamente japonesa, no sale barato a $5,50 ($9.50 si tomas la versión con una hoja de oro en la cima), pero cada dólar gastado vale la pena, ¡te lo juro! El helado, de un verde vivo, está salpicado con polvo de te matcha, y esto le da un sabor dulce y amargo a la vez en boca, una textura sedosa y untuosa, con este final crujiente gracias a este cono de galleta decadente. ¡Bueno ya! Leyendo la frase que acabo de escribir, de repente quiero uno de estos malditos helados y no se puede. ¡Qué injusticia! ¡Todo mi viaje a San Francisco queda en este desgraciado cono, es poco decir! ¡Esto es mi San Francisco moment! ¡San Francisco mío, que volveré a comer un helado así uno de estos días...

Con otro día libre frente a mí, tenia que ir a pasear por el Castro, el famoso barrio gay de la ciudad. Es una hermosa zona donde reina el arco iris, donde se nota la alegría del cotidiano y donde hay todo tipo de tiendas, como la de Human Rights Campaign Action Center & Store [10]. El dinero de las ventas se usa para financiar campañas para la igualdad y la inclusión. Y como las camisetas son sublimes, me hize une regalito mientras hacía una buena acción. También uno puede tomar un café en Philz Coffee [11], una cadena de cafeterías de San Francisco. La sucursal de Castro da trabajo a una amplia gama de personas de todos los géneros y orientaciones y lo muestran con orgullo. Uno no espera nada menos. Y tienen wifi gratis. Importa bastante. Pero bueno... También, me encontré no sé cómo a extasiarme frente a la vitrina de Sweet Castro [12], un bar a postres turcos del barrio. Nunca se debe trivializar el atractivo del baklava y del té servido en un vaso en forma de tulipán, ya sabes... Po lo tanto, me encontré de repente sentadita a una mesa con mi té y mi baklava a hablar turco con una joven a la caja. Esta vez fue mi amigo, el de los dim sum, quien quedó impresionado. Casi tanto como la mujer, quien simplemente no lo podía creer. Luego, por solo $5, yo fui a visitar el GLBT History Museum [13], un centro que cuenta la historia de la comunidad LGBTQ de la región, explorando temas como la militancia estadounidense (descubrimos a Angela Davis desde todos los ángulos), el universo trans, la juventud queer, etc. No se puede pasar todo el día comiendo después de todo, ¿verdad? Y este tipo de actividad me permite comprender mejor las calles que piso y que inmortalizo como una verdadera máquina que toma fotos compulsivamente. No hay nada peor que tomar imágenes en demasía e ignorar todas las historias detrás de ellas. Pero tomar tantas fotos da hambre... Y sin darme cuenta, ya es hora del almuerzo… Ok. No puedo dejar de hablar de comida, lo sé, pero el súper burrito de la taquería La Tortilla (¡es el nombre menos original del mundo, admítelo!) es el más impresionante que he visto en toda mi vida. También puede alimentar a una familia entera, prefiero especificártelo desde el mero principio. Demasiado, demasiado, DEMASIADO bueno. Y pues, cuando los clientes son latinos, el personal es verdaderamente mexicano y es más fácil hacer su pedido en español que en inglés, es una buena señal de calidad.


Hablé lo suficiente sobre la comida, creo. ¿O no? Porque hay también un restaurante camboyano en Bernal Heights, el Angkor Borei [14], con su curry de calabaza, su amok, su prahok, su curry de pato picante, su arroz glutinoso... Bueno. Ya es suficiente. En lugar de continuar con la comida, les contaré que yo era bien escéptica acerca de la visita que había planeado a Haight-Ashbury. Esta esquina es el lugar donde comenzó el movimiento hippie. Y pensé que íbamos a encontrar allí todos los clichés y estereotipos de Hollywood de lo que sabemos de los hippies, que tratarían de vendernos mota en la acera (y era cierto, pero pues… Ya que será legal aquí pronto, se pierde mucho interés), que veríamos frescos “peace and love”, lugares históricos, algunos Westfalia decorados con flores... Aunque no estaba completamente equivocada, lo que mas me di cuenta fueron todas las tiendas de ropa de segunda mano y otras de ropa original (porque a mí me gusta ir de compras. Pues sí.), desde típicos excedentes del ejército hasta vestidos y sombreros vintage, abrigos de piel reciclados y diseños originales de camisetas. Me pareció que toda la moda ecléctica de San Francisco estaba bien establecida en este barrio. Varios artistas callejeros un poco locos vendían sus pequeñas pinturas cerquita. A mi gran sorpresa, era realmente un pequeño rincón de la ciudad muy feliz, lleno de grafitis tan hermosos como los del Mission District. Viajábamos en el tiempo pasado gratis, descubríamos un vecindario, y nos salían muy duras las nalgas a caminar tanto, ¡La vida es bella! ¡And we give peace a chance!


Mi San Francisco, es el mundo en una ciudad, un viento leve pero persistente, una copa de vino, dim sum divinos, un helado, mucho desgaste de mis nuevos Merrell, jardines (y cabello) llenos de flores... Ahora, no puedo esperar antes de escuchar las historias acerca de tu San Francisco. Te invito a descubrir esta ciudad con esta única guía de viaje que son tus ojos, tus oídos, tu sentido del olfato, tus papilas gustativas, tus pies, tus pantorrillas y tus muslos. Esta guía está ampliamente completa y te permitirá exclamarte como yo de un ¡San Francisco mio! muy personal, en vez de contar la misma historia mil veces escuchada de todos esos viajeros que visitaron la ciudad antes. Después de todo, viajar es una experiencia personal que se puede transformar en tiempo real.


De hecho leí en la fachada de un gimnasio del Castro la siguiente mención: "La transformación no es un evento futuro, sino un hábito del día actual".


Es el final perfecto a mi texto.


[1] Tartine Bakery, https://www.tartinebakery.com/

[2] Etcetera Wine Bar, http://etceterawinebar.com/

[3] Universal Café, https://universalcafe.net/

[4] Musée Mécanique, http://museemecaniquesf.com/

[5] Palacio de Bellas Artes, , https://palaceoffinearts.com/

[6] Golden Gate Park, https://goldengatepark.com/

[7] Conservatory of Flowers, https://conservatoryofflowers.org/

[10] Human Rights Campaign store, https://shop.hrc.org/san-francisco-hrc-store

[11] Philz coffee, https://www.philzcoffee.com/

[12] Sweet Castro, https://www.sweetcastro.com/

[13] GLBT History Museum, http://www.glbthistory.org/museum/

| par La vie est un piment

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