"Cuando llegues a la cima de la montaña, sigue escalando" (proverbio tibetano)
Tengo un plan. Upsi... Si yo estuviera en una pelicula diciendo esto, se oiría necesariamente un trasfondo de música dramática al mas no poder, eso y un primer plano en mi carita determinada que al mismo tiempo enfocaría en mis lindas patitas de gallo de niña demasiado confiada (sabemos ahora que con la tecnología 4k, se nota todo, de todos modos). Tengo un buen amigo que de inmediato me respondería con un rotundo: "No me gustan los planes" con la entonación del pitufo gruñón, un poco desanimado. Pero, esta vez, te juro por Dios el Padre Todopoderoso que no tengo otra opción. Es que tengo un pequeño y lindo objetivo que alcanzar, y necesito un plan increíble para llegar a hacerlo bien.
"Pero, ¿qué es este plan loco?", te oigo preguntar, con el ojo inquisitivo. Ok. Ahí te va: decidí que en el verano 2020, iba a subir el monte Ararat. ¿No sabes dónde queda? ¡Google es tu mejor amigo! Checalo, vale la pena el minuto invertido en la búsqueda. [Aquí es donde te dejo un minuto. Busca "Monte Ararat". Porque si solo escribes "Ararat", caerás sobre un montón de informaciones acerca de una película de Atom Egoyan, una excelente película, por cierto, con el gran Charles Aznavour y un pequeño papel para Marie-Josée Croze. ¡Quieres encontrar información sobre la montaña, no sobre la película! A menos que seas un aficionado aguerrido del cine y que te interese la ficción más que la realidad. ¿Tal vez finalmente estarás interesado en ambos? ¡Quien sabe! Ya pues, ha pasado aproximadamente un minuto, así que agrego mi corchete final.] Así que tengo un poco menos de dos años para encontrar una forma decente (idealmente más que decente, honestamente) y así poder llegar a su cumbre eternamente cubierta de nieve nadando en un lago de nubes aborregadas a 5.137 metros arriba el nivel del mar. Sí, así de loca estoy. Pero lo sabías, por supuesto.
¿Por qué Ararat? No porque me gusta hacer una montaña de una simple historia, sino porque ES una montaña CON una historia, precisamente. Ella sobresale, no, ella sublima las tierras kurdas, y yo soy muy sensible a la cultura de los kurdos. Mis amigos turcos van a querer sermonar porque digo "tierras kurdas" como si los kurdos tuvieran un país reconocido internacionalmente, y no es el caso, pero no soy capaz de usar otras palabras. Recorrí esta región como una verdadera mochilera furiosa en 2013, pero por falta de tiempo, no fui a MI montaña querida. También es la cumbre que supuestamente hubiera acogido al arca de Noé, por tu información, si eres de aquellos que aman las fábulas y las historias con connotaciones religiosas. El monte es hermoso y solemne. Es un centinela en una frontera cerrada entre Turquía y Armenia, ya que ambos países todavía tienen cuentas que ajustar. Todas estas razones juntas me seducen, pero la belleza del sitio tiene algo que me encanta aún más.
Me gusta el bosque y la montaña, es innegable, pero no soy una excursionista con un gran talento natural o lo que se puede llamar una deportista. Siempre he sido más intelectual. Así que tengo que luchar a cada paso para llegar a mis cimas. A veces simplemente no puedo hacerlo, a pesar de toda mi buena voluntad. Tengo un mínimo de treinta libras en exceso, tengo sinusitis crónica que me hace hiperventilar demasiado pronto en mi proceso de ascensión y tengo un mal cardio. Un muyyyyyy mal cardio. Un cardio que simplemente no sigue mis piernas. Por lo tanto, nunca es fácil seguirme... O soy yo quien tiene problemas a seguir a alguien que camina un poco más rápido. Soy una caminante lenta. ¡Dios que me encantaría ser igual de ágil en la naturaleza que muchos de mis contactos de Facebook, que compiten de originalidad en sus diversas aventuras in the wild! No soy Wonder Woman, no pretendo convertirme en ella tampoco y mis alas de mariposa siempre están arrugadas, chin... Solo soy yo. Antes de que me culpes por usar la palabra "solo", que puede parecer peyorativa, prefiero advertirte que esta es la palabra que representa mis pensamientos. "Solo yo", sin máscara, sin adornos, sin falsas promesas que no querría cumplir, de todos modos. Puede ser trivial y poco interesante para la gente, pero a mi me llena. Y tengo algunas cualidades que me dan esperanza, de todos modos, para tener éxito donde nadie me ve. No soy un caso perdido. Monte Ararat, te domaré.
Primero, no tengo miedo de ser la última, a diferencia de otros. Ocupo el lugar que me corresponde. A veces estoy delante, mi cara bañada por la luz de los proyectores. Otras veces, estoy detrás, mi corazón bañado por otra luz, la del sol y la luna. Incluso me gusta mucho la idea de no frenar a nadie en mi odisea. Me permite detenerme para recuperar el aliento, todavía demasiado corto y brusco, y de fotografiar el hermoso paisaje que se extiende en el vacío justo a mis pies. Y también, hay que decirlo, tengo piernas. Son hermosas, mis piernas, y no digo que para alardear, es un hecho simple. Tengo curvas y buen muslo fuerte. Si el cardio es deficiente, tengo buenas pantorillas carnosas y una resistencia al dolor sin igual. Combinadas a mi mente testaruda, puedo sorprender gratamente. Es gracias al boxeo y al yoga, (y a las zapatillas altas), en realidad. ¡No creas que soy la reina del saludo al sol o del uppercut, para nada, mi amor! Pero estas dos actividades físicas me obligan a "mantener la posición" durante mucho tiempo. Hace trabajar los músculos de mis piernas, esto sí ¡Santo cielo!
No es broma, parece que soy poseída por el demonio cuando mis pies recorren un camino. Compensa por mi shape de comedora de pastel volteado de piña. Tengo la impresión de que un duende loco me salta en los hombros y me mantiene atada por la capucha, golpeándome con sus pequeños y malvados tacones, gritándome "huuuuuu" en el fondo de mis tímpanos. En serio, es realmente insistente, este duende. Juega al jefecito para empujarme al máximo de mis habilidades, forzándome a mantenerme disciplinada, a poner un pie delante del otro y no mirar demasiado lejos delante de mí. Me conozco, si miro en frente y no logro ver el final, me desanimaré. Prefiero mantener mis ojos lo suficientemente vagos como para imaginar un final cercano, nunca ponerlo en mi reloj, aunque mi vida dependiera de esto y perderme en mis pensamientos hasta que alguien me arranque de ellos, una vez la cima alcanzada. Es tenaz, el duendecito, y mucho más efectivo que mis voces internas de ángel o de demonio. Me mantiene pensando constantemente que la motivación es inútil sin disciplina. Esto no es un duende ordinario. No se viste como gnomos de jardín. Se viste de piel sintética con un látigo y una máscara SM y me grita cada vez que me convence de ir un paso más allá. Él sabe como hablarme. Él sabe cómo tomarme por los sentimientos y azotarme cuando llega el momento. En el fondo, mi duende es un excéntrico. Eso es bueno, me gustan las personalidades fuertes. Es una combinación perfecta con mi pasión legendaria (bueno, no tan legendaria, pero es mi blog, y puedo hacerme creer con impunidad que soy una leyenda en algo).
Puede que no haya llegado a la cima del Monte Richardson el fin de semana pasado ... o tal vez sí. Nunca lo sabrás. Pero puedo decirte una cosa: mi duende loco estaba en llamas y cuando eso sucede, de repente, ¡todo es posible!
"La voluntad permite subir a las cimas; sin voluntad, nos quedemos al pie de la montaña", piensan los chinos. Si hay una certeza que tengo, es que quiero inmensamente.