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Me gustan las "tias"


"Todo lo que no es eterno es para siempre pasado de moda" (C.S. Lewis)


Aquí en Quebec, tenemos una palabra muy local para llamar a una mujer ya no tan joven y un poco desactualizada. Las llamamos "matante". No hay palabra equivalente en español, ¿o sí? La palabra "matante" es en realidad la fusión de dos palabras: "ma" (mi) y "tante" (tía). Una "matante" es, por lo tanto, en su primer sentido, una tía. Una tía como la hermana de tu madre. Por supuesto, lo que me interesa es su significado figurativo, de lo contrario este texto no tendría razones de existir. Una "tía" significa en su segundo sentido una mujer un poco anticuada o pasada de moda, un poco sobre los principios, como dicen, a veces enraizada en hábitos poco populares, a menudo excéntricas, y con gustos confusos a ratos. Escuchamos esta palabra un poco peyorativamente en conversaciones de todo tipo. La tía no está de moda, no es parte del público meta, o lo es demasiado para las empresas que se interesan a su cartera, quien sabe...


Pero yo las amo, las "tías". Probablemente porque soy una de ellas y me identifico bien con su dulce locura. ¿Desde cuándo es algo grave amar apasionadamente sus recuerdos, adorar conversar con sus amigas a diario, escuchar música pegadiza y vestirse de ropa de lunares? Sí, sin lugar a dudas, soy un "tía". Cocino tartas, pastelitos de dátiles, pudines con caramelo y todos esos deliciosos postres antiguos ricos en mantequilla, por supuesto, pero que perfuman fantásticamente mi casa con este aroma de jarabe de azúcar. Soy la reina de los cupcakes, y cuando preparo unos, me tomo una copita de Cupcake, un vino californiano, solo para estar coherente con el concepto al máximo. ¡Porque los conceptos, como a todas las "tías " dignas de este nombre, me encantan!

Es como para mi ropa... Tiendo a vestirme un poco colorida, que digamos. Así que a veces, parezco salir directamente de un programa de televisión. Varias "tías" son como yo. Hubo hace mucho tiempo una serie quebequesa llamada "La p'tite vie", donde uno de los personajes, Creton, estaba vestido de pies a cabeza en un solo color, de acuerdo con su inspiración del día... Busca "Creton" y "La P'tite vie" en Google y comprenderás entre dos sonrisas a lo que me refiero. Bueno pues, me gusta hacer como Creton a mis horas. Tengo muchas zapatillas excéntricas, y me gusta armonizarlas con el resto. Me visto de turquesa, con los zapatos, la falda, el suéter, el esmalte de uñas y, a veces, hasta el prendedor turquesa. No me importa que sea kitsch al mas no poder, a mí, me gusta. Pero sí, es un rasgo típico de las "tías".


Mi mejor amiga, a ella le gustan los ciervos (bueno, no cuando cruzan la carretera frente a su auto, pero impresos en ropa y accesorios, sí). Y también le gustan los gatos. Ósea mucho. Gatos en joyas, calcetines con gatos, zapatos con gatos, pijamas con gatos... El gato es probablemente el icono por excelencia de la "tía" como la imagino. O los perros hogareños (y flojos). Como los míos. Tengo dos carlinos que pasan todo el día durmiendo, comiendo o haciendo caca. Les hablo como si fueran niños, estoy segura de que me entienden, y me río cada vez que me miran con sus ojos bizqueando, esperando que les dé un trozo de zanahoria o de pimiento morrón. Las "tías" adoran a sus mascotas.


Proclamo en voz alta el derecho de todas las "tías" del universo a existir e invadir el espacio público como mejor les parezca. Ni modo si te caen gorda. Sí, las "tías" SOMOS un público meta, hasta para los partidos de hockey y fútbol, ​​un dominio que a primera vista pertenece a los hombres o a los jóvenes. Gústele o no a los jovencitos que creen que tienen el monopolio de las fiestas previas al partido en el estadio o en la arena, que son los reyes del tailgate... Enójate contra el dueño del club local si se te antoja por hacer más caso a las tías que a ti cuando es cuestión de atraer a un público en su estadio, no es porque la muchachita que canta el himno nacional saliendo derechito de un programa de televisión popular nos gusta que no somos capaces de entender el deporte que se jugará justo después. Sí, te estoy hablando a ti, jovencito, y no me importa que pongas los ojos en blanco pensando que lo sabes todo. Incluso iré más allá con mi idea, así que ata tu gorro de lana con un broche (expresión quebequesa), porque venteará mucho. Cuando una tía se enoja...


¿Listo? Así que aquí estamos, niño. El público meta REAL en los estadios, la verdad, somos nosotros, las "tías" y los "tíos". Porque somos nosotros los que podemos invertir nuestro dinero en las cervezas a doce dólares, en la nueva camiseta del equipo recién salida de la fábrica y en el boleto de temporada. Somos nosotras, las "tías", categoría de gente de esa sociedad que también incluye a tu querida madre, quienes aseguramos la permanencia de los clubes deportivos de la ciudad, al contrario de ti, tus préstamos y becas del colegio o tu trabajo de fin de semana. Nos vemos en el estadio y me parece que la convivencia no es tan dolorosa como lo reclamas en las redes sociales al exasperarte del envejecimiento de mis preferencias que destruyen tu atmosfera ideal de estadio y por el hecho de que nuestro club está intentando a toda costa atraernos en su yugo mientras te descuidan, pobre animalito todo triste. Por cierto, no tengo nada en contra de tu programa de tailgate con D.J Fulanito, así que deja que mi cantante cante su himno nacional en paz. Mi ladito "tía" no te matará. O quizás sí. Pero bueno...


Sí, las "tías" ocupan espacio. Nos extendimos, no, nos untamos en la vida como mantequilla de maní en una tostada. Así es, no hay nada que lo niegue. Los mercadotécnicos saben muy bien que ellas tienen poder de compra, que consumen. Como todo el mundo, conocemos a Netflix, a Spotify y a todos estos otros sitios... Pero aún preferimos ver la televisión tradicional y comprar nuestra música. Nos encantan las telenovelas, nos encantan las películas de amor, nos gusta Survivor, The Voice, el noticiero (¡sí, como en los viejos tiempos!), los programas de cocina o los de música que nos hacen canturrear canciones de nuestro pasado. Por lo tanto, somos el público perfectamente apuntado para la mayoría de las emisoras, especialmente las generalistas. Claramente nos gusta Dave Morissette[1], y no es por nada que lo hacemos ganar cada año en el Gala de la télé local. Porque somos nosotras, las "tías", las que votamos. ¿Él te cae gordo, él? Pues vota. Si Dave Morissette está tan popular hablando de puro hockey, es porque tiene la aprobación de las tías.


Es que a nosotras, tías, en general nos gustan los gentiles, los amables. Les perdonamos todo, a los gentiles. Ya sea que roben guantes de una tienda o que se bajen las bragas detrás de un arbusto del parque, hay que recordar que un joven, pues es un joven y esa locura les pasará. Y ya hemos visto de todos los colores. "Vimos nievar", como decimos en casa. Vimos a una Diane Dufresne topless en un escenario, los conos de Madonna, los posters sensuales de Samantha Fox, vimos a Michael Jackson agarrarse "el paquete sorpresa" en vivo en la televisión, y casi todas experimentamos los años ochenta en general. Eso nos hace bastante inmunes a todo. Los Kardashians no nos traumatizan para nada si comparamos sus tonterías con las de las estrellas de la época, su cabello arreglado al spray net y sus mullet. Oye. Piénsalo un poco. Conocimos a Kiss, a Boy George, Freddy Mercury, Alice Cooper y Prince. ¡Lady Gaga y Hubert Lenoir, después de eso, encarnan la rutina!


Siendo una mujer que toma un poco de edad (solo lo suficiente, ¡cálmate!) tiene muchos beneficios. No solo viene con cuentas y arrugas, come on, también viene con experiencia de vida. Podemos asumirnos sin avergonzarnos de nada. Después de todo, hemos pasado la etapa de compararnos con los demás, al menos en teoría. Nos conocemos mejor a comienzos de los cuarenta, a principios de los cincuenta y a los balbuceos de los sesenta que cuando nuestros veinte apuntaban sus narices como una ardilla curiosa saliendo de su tronco de árbol. Por lo tanto, somos "tías" totalmente asumidas cuando cantamos a voz en grito viejas canciones de nuestra adolescencia en el automóvil durante un viaje entre Montreal y Rimouski. Cualquier canción de los New Kids on the Block puede convenir, de hecho. O las viejas canciones de la Madonna de los años ochenta, como Like a Prayer, o Papa don't Preach. "Ella, elle l'a" de France Gall, una cantante francesa, es una bomba para interpretar. Lo mismo para Livin 'la Vida Loca, del aún muy sexxxy Ricky Martin: " Se fue a New York City... A la torre de un hotel... Te ha robado la cartera, se ha llevado hasta tu piel...[2]". Un poco de Mylène Farmer también... Esta es mi salida del aburrimiento para los viajes más largos: "Tout est chaaaaoooooos, à côtéééééé...[3]". Aunque mi hermana probablemente prefiere "¿Where does my Heart Beat Now?" de Celine Dion. Es cierto que esta canción está hecha para ser cantada apasionadamente en un auto, el volumen al máximo. Las "tías", cantamos mal, pero cantamos de todos modos. La velada perfecta es una mezcla de burbujas y de karaoke. " Mamma mia, here I go again, my my, how can I resist you?[4]".


Sí, las amo, "tías" de este mundo. Ya sea que sean una bailadora improvisada de baladi en una fiesta de puras chicas en un pequeño apartamento del Cairo, una llorona incomparable al ver a Titanic por vigésima vez, una solterona con un corte de cabello vetusto bien a gusto en sus pantuflas, o una chica fiestera de cuarenta años de edad aun no casada saliendo cuatro veces a la semana, o una cocinera de tira de azúcar y de brownies, que les gusten la música country o el rock'n'roll, que sean una madre de tres hijos o una tía de tres sobrinos, que se arranquen el sostén al cruzar el paso de la puerta (¡que liberación, carajo!) o que pasen su vida con zapatillas de cuatro pulgadas a riesgo de multiplicar por mil sus venas varicosas, las quiero. Que sean fanáticas de los cuerpazos de los hombres trabajando en el borde de una piscina de un hotel de Varadero, adeptas incondicionales de The Voice, que fantaseen con Richard Gere o Liam Neeson, que usen una fragancia que huele a regaliz negra, que beban leche al comer pasta italiana como en su infancia, que se ceben de Nutella, ignorando voluntariamente que está lleno de aceite de palma, que tejen mitones y calcetines de lana en su tiempo libre, que no supieran que Instagram existía antes de la semana pasada, que hayan echado porra a los Bruins de Bostón desde que sus Nórdicos de Québec transfirieron a Colorado, que sean veganas para salvar a los animales a pesar de que odian al tofu, que piensen que un crucifijo no es un símbolo religioso pero un artefacto de nuestra historia, las amo. Tal como son.


Terminemos este texto a lo grande con esta cita de Alexandre Dumas, hijo, que escribió esta frase encantadora con la que solo puedo estar de acuerdo: "Hay mujeres hermosas por quienes Dios parece descontarle los años a medida que crecen". ¡Amén! Queridas "tías", para mí, ustedes son siempre las más hermosas y nunca estarán pasadas de moda. ¡Así que envejecemos felizmente y levantemos nuestra flauta de prosecco a la nuestra!

[1] Conductor de programa deportivo canadiense

[2] Livin' la Vida Loca, de Ricky Martin

[3] Désenchantée, canción de Mylène Farmer.

[4] Mamma Mia, canción de Abba.



| par La vie est un piment

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