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El invierno no da frutos


 "Aquí llega el invierno, un asesino de pobre gente." (Jean Richepin, La chanson des gueux)


            Advertencia: este texto no da ganas de ir al supermercado, por lo menos en estos días. Manda al novio por allá, mas vale.


            Si no quiero morir en este querido mes de enero, necesito vitaminas. Muchas vitaminas. A, B, C, D, potasio y todo tipo de extras. Admito que no me gusta mucho tragar vitaminas en pastillas. Mi garganta se contrae y se cierra, siento que la gragea permanece a la altura de mi campanilla y comienza a disolverse en mi boca, haciendo que mi saliva sea tan amarga y espesa como un jarabe. Por lo tanto, trato lo más posible de encontrar todo lo que necesito a través de los alimentos que ingiero para evitarme esta terrible experiencia. Me permite evitar estas malditas pastillas de vitaminas y así preservarme de algunas náuseas magistrales. 


            Pero estamos en invierno, madre mía. Te lo especifico, por si acaso no te diste cuenta. Y vivo en Canadá. Si no vienes del mismo país que yo, se puede que te preguntes cuál es la relación entre el invierno, Canadá y las multivitaminas. De hecho, si eres como yo y quieres sacar tus nutrientes de tu dieta (entre otras cosas), las frutas y las verduras nos proporcionan gran parte de lo que necesitamos. Esto no es un secreto. Hasta el mas tonto lo sabe. En verano, es sencillísimo alimentarse en el sentido de ALIMENTARSE. Nutrirse el alma y el cuerpo. La gente tiene su jardincito (yo no, para nada, no tengo buena mano con las plantas ni la paciencia necesitada. Ya intenté la maldita jardinería y olvidé que había plantado calabacines... que de repente se convirtieron en melones a  finales de agosto, una verdadera vergüenza) o compra productos locales (si es posible), o al menos productos canadienses. Pero en invierno, ¡ah! ¡Qué rompecabezas monumental!


            Para abastecerse de frutas frescas, no es fácil. Prácticamente nada crece aquí y hay que importar casi todo. Sin embargo, la importación va como un guante a algunas frutas y verduras, pero no a otras. Y lo digo con bonitas palabras, aquí. Podría usar otras mas feas para describir la misma realidad. Sé que te estás diciendo en este momento: "Otra vez está escribiendo un texto para despedazar al invierno". Sí. Es verdad. Porque el invierno, además de ser largo y aburrido, no está hecho para la gastronomía. No da frutos, en cuanto a nutrientes y frescura. Languidezco esperando la primavera que me traerá al menos un poco de dulce con su buena miel de maple y un poco de sal con su cangrejo de las nieves. Estos son prácticamente los primeros productos frescos del año. Mientras tanto, estoy abatida.


            En verano, hay fresas rojas muy hermosas y jugosas, y hasta podemos cosecharlas nosotros mismos en fresales cerca de la casa, o directamente en el bosque si preferimos fresas silvestres, mucho más dulces (¡hacen las mejores mermeladas del universo, por cierto!). Una delicia ni siquiera decadente, además (las fresas, no la mermelada). ¡Y genial para tu salud! También encontramos hermosos arándanos azules bien carnosos del Lago St-Jean y de la Costa Norte en los estantes de los supermercados o con un jardinero local. Las zanahorias son dulces y crocantes, los rábanos crujientes y picantes hasta decaparte el paladar, los tomates brillantes y de un rojo vivo, las uvas firmes y sabrosas. Explotan en la boca como cuetes, ¡ñam! El maíz bicolor es una maravilla. En la temporada, como por lo menos dos mazorcas por semana, que hiervo, solo así, para luego cubrirlos con un poco de mantequilla y un poco de sal de mar (sorry, pero es indisociable). ¡La sandía también es increíble! Es tan jugosa que con cada bocado, tenemos un chorrito de jugo que fluye sobre nuestra barbilla. Me encanta al natural o espolvoreada con chile para frutas. También sabe divino en ensalada con queso feta. Todos tenemos botes de hierbas frescas descansando al sol en nuestro balcón. Se cultivan albahaca, cebolleta, romero y cilantro. ¡Huelen tan bonito, los balcones de verano!


            En otoño también, los vegetales saben divinos. Tenemos todo tipo de manzanas de la región, y hacemos una variedad de delicadezas, como la mantequilla de manzana, tartas, bollos, galletas y crujientes. Cada año, como que tenemos nuevas variedades de manzanas para probar, a pesar de que siempre regresamos a nuestros clásicos de Quebec. Los vergeles de la región producen excelentes frutas. Las calabazas de todo tipo finalmente están listas para comer. Se hacen sopas o se asan al horno con un toque de miel. Estoy salivando solo al escribir estas líneas. También cosechamos las últimas papas y se venden a un precio ridículo por lo que abundan. Coles y remolachas también. ¿Ves algo mejor que una sencilla ensalada de remolacha, con nueces y queso de cabra rociada con una vinagreta acidulada? No, imposible. Por cierto, es una de las comidas que se sirven en la mesa del paraíso. ¡Segurísimo que está en el menú celestial! Después de todo, se nos promete felicidad eterna después de nuestra muerte, y me parece que las remolachas y el quesito de cabra son pura felicidad. Encaja al 100% con el concepto que nos vendieron en los escritos sagrados.


            Pero oye, ahora no tengo nada de eso. Me entristezco, me siento deprimida, me hiervo de impaciencia, me esfuerzo por encontrar recetas que disfracen la insipidez de las frutas y verduras del momento. ¡Hasta las importaciones son completamente asquerosas! Las fresas son pálidas y tienen la parte superior más blanca que la maldita nieve que cae afuera, además de ser duras como las rocas. Así que no es tiempo para hacer tartas de frutas, aunque siempre se puede ahogar la fruta en la crema pastelera para olvidar su pobreza. Tampoco puedo preparar mi deliciosa ensalada de coliflor y mango, porque en primer lugar, la coliflor es simplemente inaccesible (cuesta cinco dólares cada una, si no son seis o siete ¡Estaba en descuento a $1.99 hoy, pero es una excepción!) y en segundo lugar, el mango simplemente no tiene jugo. Sale blanco en lugar de naranja. ¡De-pri-men-te!


            Las manzanas saben a agua. Sobre todo las Granny Smith. ¡No hay nada peor que una Granny Smith fuera de temporada! Excepto quizás los tomates de invierno. Aquellos cuya carne es blanca y dura, y cuyo sabor no se parece mucho al tomate. Es como si hubiéramos diluido el tomate en un litro de agua, que bebimos después. Hago una mueca solo de pensarlo. ¡Ascoooo! Los aguacates tardan días en madurar y, cuando finalmente están maduros, tienen un color extraño cuando los cortamos. Como resultado, mi "guac" se parece más a un repugnante charco de vómitos. Las peras se pueden convertir en un arma, si es necesario. Son iguales de firmes que  implantes mamarios, y pueden hacer que alguien se quede ciego al recibir una en la cara durante una pelea. Aviso a los violadores de este mundo: en invierno, a menudo tengo peras en mi bolsa y es mucho más efectivo que la pimienta de cayena. Las uvas son tan blandas y arrugadas como los pen... (sabes qué) en reposo. ¡Los duraznos son agrios! Podría prácticamente confundirlos con limones y usarlos para convertir la leche en suero de manteca cuando hago recetas de pastel. La piel de los pepinos es gruesa y gomosa. Debes mondarla antes de consumir al vegetal si no quieres confundirla con un chicle. Los rábanos han perdido su ponche. Ellos saben a  tristeza. Sí, lo decreto hoy, si tuviéramos que definir oficialmente a qué sabe la tristeza, sería claramente el sabor de un rábano de invierno. Sin equívoco.


            ¡Gracias a Dios, tenemos las naranjas! Son mis heroínas (y mi heroína) del invierno. Sin ellas, ¿cómo sobreviviríamos? ¡Gracias, Florida querida, desde el fondo de mi corazón! Es posible que hayas votado por Donald Trump en las últimas elecciones,  pero te perdono porque sin ti y tus cítricos, ¡mi vida sería aséptica cinco meses al año! Y además, ¡tus naranjas ni siquiera tienen semillas! ¡Cómo sabes excitarme y hacerme feliz, tú! Una mención especial para Marruecos, mi proveedor oficial de clementinas. Es tan importante en nuestra dieta de invierno que si le pides a los quebequenses que nombren una comida marroquí, no diremos cuscús, no mencionaremos las aceitunas o los limones confitados, no hablaremos sobre especias, hojas de brick, o aceite de argán. Te diremos, como si fuera una verdad absoluta: ¡clementinas! ¡Gracias Marruecos! Salvas vidas canadienses cada año. Evitamos gracias a ti grandes deficiencias de vitamina C. Bueno, tal vez no, pero sabes a esperanzas de una próxima primavera (si no es lo suficientemente poético a tu gusto, ¡eso!).


            Es durante la temporada fría cuando es más probable que me encuentres en el supermercado con la cara tensa. Me escucharás quejarme de que no se encuentra una fruta, que otra es demasiado cara y que lo que queda no funciona con mis ideas de recetas. Me verás conformarme con los camotes (haciendo mi hombre feliz, ya que ama mi puré de camote) y con las calabazas (haciendo mi hombre infeliz, ya que lo tengo harto con mis sopas). Cuando encuentro espárragos dignos de ese nombre, él me mira con incredulidad, sus ojos dándome a entender que no son muy bonitos "por ese precio". Los tomo de todos modos, porque me gustan más los espárragos un poco maltrechos que todas las Solanáceas supuestamente frescas. Estamos hablando del "fresco" de enero, aquí, un detalle nada de insignificante. Como si enero fuera capaz de producir una frescura diferente a la del exterior... Pues no. Sin embargo, hay un lugar peor que Canadá. Recuerdo haber estado traumatizada por mi visita a una cadena de supermercados islandesa llamada Bónus. En Islandia, no hay agricultura natural. Nada crece en este suelo de roca volcánica. Pero, sin embargo, oí que produce sus propios plátanos en invernaderos... y sería incluso el mayor productor de plátanos en Europa en términos de cantidad. En resumen, nuestro planeta es claramente extraño.


            Mi último consejo: En invierno, haz sopa. Sólo sopa. Entonces, puedes llenar la mezcla de sal marina y así ocultar la ausencia de sabores... y también darte algunas piedras a los riñones. ¡O comer poutine [1], mejorrrrrrr! Las papas son vegetales, después de todo, y están llenas de potasio.

            Que llegue la primavera, sus brotes de helechos salteados, su hinojo asado y sus pudines de ruibarbo y fresa.

[1] Poutine, platillo canadiense hecho de papas, de salsa y de queso.


| par La vie est un piment

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