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Nuestras facetas


"La personalidad es para el hombre lo que el perfume es para la flor" (Charles-M. Schwab)


Hoy en día, no es fácil ser sí mismo. Hasta diría que es casi una misión kamikaze y si la personalidad de un individuo es comparable a la fragancia de una flor bonita, a veces siento que todos sufrimos de una muy fea sinusitis voluntaria que nos impide olerla, ya que los rasgos de personalidad de algunos nos perturban. Además, nosotros también perturbamos a otros. Mucho. A pesar de que podemos pretender ser capaz de mandar al diablo a aquellos que nos critican o juzgan de forma gratuita, o podemos escuchar a nuestro corazón (aunque parezca cursi) y así seguir nuestro instinto de atrapador de estrellas, persiguiendo sueños de los más locos, siempre habrá alguien que nos esperará en el turno para señalarnos del dedo, poner los ojos en blanco como una verdadera diva o sermonearnos con un tono de reproche por culpa que no entramos en su molde aburrido. En esta era de redes sociales, ¡es aún peor! Parece que algunas personas solo tienen esto que hacer, observar la vida de otros, analizarla y catapultarla en el centro de una conversación susurrada entre amigos o colegas. Todos somos un pequeño voyeur de vez en cuando, no por curiosidad o por necesidad, sino por (mal) hábito.


Si tuviera un consejo que darte, te diría que hicieras las cosas a tu manera (¡y añadiría una "madre mía" justo después!). Lo que más me molesta en este mundo es que las personas que realmente asumen quiénes son perturban locamente a quienes no son capaces de asumirse. ¿Estoy equivocada o qué? Si no, ¿por qué invertirían tanta saliva para quejarse cada vez que alguien hace algo diferente de las normas, a pesar de que este "algo" sólo los hace felices? A menos que no sea tanto el hecho de no asumirse lo que hace que estas personas estén tan inquietas, sino su incapacidad de superar su propia barrera de conformidad. El ser humano es como un prisma con muchas facetas. Cada prisma tiene sus propias dimensiones, sus propios colores, sus propios ángulos, y realzar todo esto es probablemente uno de los actos más valientes que sea, en una época en que cada comportamiento diferenciándose de la multitud se convierte en blanco a destruir.


Se dice de mi muchas cosas, pero sobre todo que soy "demasiado". Hablo demasiado. Y demasiado fuerte. Estoy demasiado sangrienta. Y demasiado intensa. Demasiado cerebral. Demasiado feminista. Demasiado izquierdista. Demasiado soñadora. Demasiado tolerante. Demasiado dispersa. Demasiado desordenada. Demasiado, demasiado, demasiado... Ni modo. Ser demasiado, sólo molesta a la gente aburrida. No estoy buscando aprobación. Ya tengo mis amigos que aceptan mi "demasiado" sin culparme nunca. También, algunas personas dicen de mi que no termino lo que estoy empezando. Que me embalo rápido, y luego abandono. De hecho, no es verdad. Toco a muchas cosas y me gusta probar. No creo que sea importante querer algo ahora, pero desear algo diferente mañana, y luego regresar a sus antiguos amores y volver a pescar nuevas ideas, nuevas pasiones. No es cuestión de terminar o no terminar. Solo quiero hacer lo que me gusta cuando me da la gana. Y eso es lo que hago. Incluso a costa de dejar de lado algo, mientras me permito probar otros sabores. ¡El juicio de los demás, no me importa (dice la mujer en plena crisis de justificación)!


De hecho, a menudo personas han intentado definir en mi lugar quién soy o etiquetarme. "Marie-Eve la rata de biblioteca"... "Marie-Eve la diva"... "Marie-Eve la inflexible"... "Marie-Eve que no es romántica"... "Marie-Eve que dice siempre lo contrario de los demás"... No sé cuántas veces me dijeron, por ejemplo, que no era atlética. "Marie-Eve es una intelectual". ¡Oye! No es porque a alguien no le vaya bien en el deporte que no le gusta el deporte. Cuando era niña, estaba acomplejada por no ser buena en educación física, pero siempre me ha gustado el deporte. Como mujer adulta, pude comenzar a practicar deporte sin tener que compararme con nadie. Fue durante mi primera estancia a largo plazo en México, en 1996, que aprendí a vivir a mi propio ritmo sin tener en cuenta la opinión del vecino. Así que practiqué boxeo, entrenamiento de gimnasia, caminatas de montaña, tenis (bueno, intento de tenis) y me estoy preparando para mi primera carrera de cinco kilómetros en el maratón de Rimouski, en septiembre. No está mal para una "intelectual".


También me dicen que trato de llamar la atención a toda costa, a través de la elección de mis destinos de viaje inusuales, mi exhibicionismo emocional en mi blog y mi tendencia a entablar amistades con personas conocidas. No vino a la mente de nadie que sólo me encantaba descubrir lugares donde me sentía totalmente fuera de mi rutina, que mi deseo de escribir surgió tan pronto como aprendí a escribir mi nombre, y de lo que nacieron mis amistades, fueron pasiones comunes y coincidencias de la vida, y sobre todo no el deseo de lucirme como un pavo real al lado de personajes famosos para una foto en Instagram. Quienes realmente han querido conocerme bien lo entienden. Es suficiente para mi.


Incluso hasta me han criticado (muchas veces) por negar mis orígenes de Quebec, ya que me considero una ciudadana del mundo antes de todo. Sin embargo, ser ciudadana del mundo debería ser un calificativo bastante positivo preconizando la tolerancia, la aceptabilidad, la convivencia y la armonía. A pesar de todo, soy un gran consumidora de productos de la cultura de Quebec, tanto en música, en libros como en televisión. Hoy en día, ya no se puede tener una mente crítica en paz sin que alguien se rebela. La crítica constructiva se confunde con la negación de la cultura de origen, así como el hecho de no amar a un artista o una personalidad suele atraer la ira de quienes lo adoran. Aún así, el hecho de que no te guste un tipo de música o la actitud de alguien no te convierte en una víbora. Que amas a Thalía, a AMLO, a Brad Pitt o a Jimmy Fallon y que a alguien más no le cae bien, no te hace superior. Estoy segura de que también tienes tu propia lista negra de personas non gratas. Todos tenemos gustos, preferencias e ideales, y eso también es parte de nuestro prisma. Si nos gustaran todos, cualquier guey podría aprovecharlo para hacer tonterías sin frustrar a nadie (admito que podría ser genial, a veces...).


Otra de mis facetas es mi propensión a invertirme cuerpo y alma en mis proyectos y hacerlos a mi manera. Cuando decidí aprender a hablar turco sin ninguna razón, dijeron abiertamente de mi que estaba loca. Luego leí "Eat Pray Love" y descubrí que Liz, la heroína y autora de la novela había hecho lo mismo con el italiano, y pensé que tal vez no estaba tan loca, después de todo. O al menos, si lo estaba, no era la única y Liz y yo teníamos al menos eso en común. Estoy persiguiendo mis sueños, pues. No soy el tipo de personas que quiere probar todo una vez. Más bien tiendo a repetir las experiencias que me gustan, mientras me tiro de cabeza en nuevas aventuras que selecciono escrupulosamente. Si quiero ir a Turquía y a Egipto cada dos años, esto no le debería molestar a nadie. Lo mismo si voy a México dos veces en un año (es lo que voy a hacer en 2019...). Sólo a las personas infelices les importan mis proyectos. No debería importarles un pepino. Solo te hablo de esto por la forma (con una gran sonrisa "dientes blancos" en mi cara, puedes imaginar...), ya que la única aprobación que necesito... es la mía.


También invento palabras, lo admito. Esa es una de mis facetas divertidas, aunque irrita a los puristas del idioma francés. Así que, en mi lenguaje inventado, hago crisis agudas de "faltadepaciencia-tismo" cuando estoy exasperada, voy a "cincoasietear" cuando salgo a tomar una copa al happy hour (de las 5 a las 7 de la tarde) con mis colegas después del trabajo, soy "medio-vegetariana", un concepto que no existe excepto en mi universo. Jugar con el idioma y tomar palabras prestadas de otros idiomas me pone feliz. Entonces, cuando tengo la impresión de que alguien está haciendo una promesa que no respetará, digo que la dicha promesa es ta'arof, una palabra iraní vinculada a un código de cortesía típico de esta cultura. Tan pronto como hablo con un árabe, coloco yani en todas partes, una palabra que significa algo que no puedo explicarte muy bien ya que su significado oscila entre "es decir" y "más o menos". Cuando veo algo formidable o excelente, me gusta usar la palabra ausgetzeichnetnet. Porque la excelencia, cuando se expresa en alemán, me parece aún más excelente. Y TODO me parece "inconmensurable" (¿No se te hace que el adverbio "inconmensurablemente" es una palabra sublime?). Sí, estoy bien enfadosa con mi propensión a hacer análisis gramaticales en todo momento y a pelar palabras como si fueran grandes camarones en escamas, pero así es como funciona mi cerebro. No, no uso deliberadamente palabras lujosas para lucir bien. Utilizo las palabras por las que me enamoro.


Sí, nuestras facetas nos definen, para bien o para mal. Combatir su propia naturaleza para complacer a las personas que nos rodean es un terrible error, porque la vida es corta y al presionar los frenos, los usamos y no podrán servirnos cuando realmente los necesitaremos. Todos nacemos con una pequeña llama interior. Esta llama, depende de nosotros mantenerla hasta el final o dejarla apagarse a fuerza de seguir el tren en lugar de tomar su propia ruta.


Viaja mucho.

Lee mucho.

Cocina mucho.

Corre, Forrest, corre.

O pedalea, Forrest, si ese es tu deseo.

Haz la fiesta.

O descansa tranquilo en casa, mimando a tus mascotas.

Has bebes.

O no hagas ni uno.

Teje chales.

O juega videojuegos.

Vive tu vida.

Acepta tus facetas.



| par La vie est un piment

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