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Querido Quebec


"De este gran país solitario.

Grito antes de callarme

A todos los hombres de la tierra

Mi casa es tu casa

Entre sus cuatro paredes de hielo

Pongo mi tiempo y mi espacio

Para preparar el fuego, el lugar

Para los humanos del horizonte

Y los humanos son de mi raza [1]" (de My Country, Gilles Vigneault)

Querido Quebec,


Esta semana fue tu Día. Tu cumple. Te has vestido de azul y de blanco y explotaste en mil y un fuegos artificiales, en canciones populares y fuegos en la playa del gran manitú de río, juntándonos todos mágicamente en algún lugar, que seamos federalistas, separatistas, recién llegados, llegados desde hace mucho, fanáticos de los Canadiens de Montreal o de los Bruins de Boston (sí, sí, ¡incluso a esos!), comedores compulsivos de poutine [2], bebedores de mojitos, solteros, casados, entre los dos, padres de tres perros y dos gatos o de una tribu de tres hijos...


Todos hemos cantado "Gens du Pays [3]", los ojos mojados por la emoción, por culpa de un abuso de vino o de un entusiasmo colectivo, impulsados ​​por esa fuerza interior que hasta ahora ha permitido a los quebequenses resistir a la asimilación, al extravío y a este apetito norteamericano deslumbrante. Hay que decir que no es simple ser quebequense, a veces es más bien un infierno. Luchamos por conservar nuestro idioma mientras solo somos una pequeña mancha en un mapa monocromático. De hecho, algunos luchan más que otros. Sus colmillos son más afilados. La verdad, el inglés está cada vez más presente en nuestra vida diaria y en el trabajo, y que sea por pereza o por facilidad, ¡es mucho más sencillo speaking English! Después de todo, escribir en inglés es ridículamente simple. No hay participios pasados usados solos, con ser o con tener. No hay diez malditas maneras de escribir el sonido "o" (sí, aquí está la prueba: o, ot, os, au, eau, aux, eau, ots, ault, eault). No necesitamos asimilar reglas raras para saber si el verbo terminando en "er" toma el acento agudo o mantiene su forma infinitiva, ni frasecitas como la que dice que a los "si" no les gustan los "rait" para entender cómo escribir el condicional presente. No debe uno estar hecho en malvavisco para que se atreva a elegir el francés como idioma de uso diario en un país donde se ofrece una opción más simple y más generalizada. Se necesita valor, perseverancia y testarudez. Y un pequeño toque de locura. Eso me gusta.


El camino fácil, es de creerse bien chévere viendo a Netflix en el lenguaje de Shakespeare o engullirse los oídos con música estadounidense todas las noches después del trabajo y sólo consumir eso, ¿no crees? Sin embargo, estás desbordado de una poesía que no se puede encontrar en ningún otro lugar, querido Quebec. Una poesía híbrida, entre nuestras dos soledades, nuestros polos, nuestras contradicciones. En tu música, en tus libros, en tu tele, en los nombres de tus ciudades y pueblitos, desde Normétal hasta L'Anse Pleureuse pasando por Port-au-Persil y Saint-Ours. Cuando comienzas a "gillesvigneaultarnos [4]" en el baile de Saint-Dilon, a "leonardcohenisarnos [5]" hasta que todos lo sepan, a "gastonmironizarnos [6]" las ideas esparcidas, a "arianemoffattarnos [7]" bajo los faroles, a "patricksenecalisarnos [8]" hasta morirnos de miedo, a "pierrelapointarnos [9]" el bosque de los mal amados, a "marielabergarnos [10]" el sabor de la felicidad, a "élisapieisaaquisarnos [11]" las raíces originales, a "émilenelliganisarnos [12]" nuestro jardín de escarcha, a "danylaferriérisarnos [13]" las tardes sin fin, a "xavierdolanarnos [14]" los amores imaginarios, a "félixleclercisarnos [15]" los zapatos viajeros y a "paulpicharnos [16]" la primavera feliz, nos redescubrimos un poco más cada vez. Al mismo tiempo, no me culpes de ir a otro lugar de vaga. La identidad no se forja al plegarse sobre uno mismo. Se desarrolla cuando sabemos cómo distinguirnos de los demás. Pero no podemos hacerlo si no descubrimos el mundo, ya sea en libros, música, cocina o viajes. Antes de conocerse, debemos compararse. La identidad es un poco poner el énfasis en lo hace que no soy como quien sea. O que lo soy.


Además, querido Quebec, permítame dudar de ciertas generalidades que los políticos tratan de imponerte, de imponernos. Se apropian del concepto de identidad con impunidad para lograr sus fines: ganar popularidad (¡sin sorpresa!). Pero la historia ha demostrado mil veces que lo que es popular y democrático no siempre es ético o aceptable. No me gusta verte acurrucado en una bolita bajo el yugo de una derecha bastante drama queen. No eres la Castafiore ni Miss Piggy. Siempre has sido inclusivo, generoso y acogedor. No permitas que ningún político te dicte cómo tu gente debe actuar con todo el mundo, con aquellos que no vienen de aquí pero que pisotean nuestras tierras. Es erróneo pensar que para ser iguales, todos debemos ser idénticos, y que la identidad colectiva debe, a toda costa, anular la identidad individual. Ambos pueden coexistir, y no todos deben tener que seguir la misma receta insípida como si fueran androides preprogramados. Dame el derecho de no confiar en las frases que comienzan con "aquí en Quebec...". Creo que tu gente no debería tener miedo del extranjero. Después de todo, eres ya multicolor y tiene tantos acentos como pueblos. Aquí somos casi todos descendientes de inmigrantes. Ojalá y pudiéramos recordarlo más a menudo. Después de todo, "Yo recuerdo" domina tus placas de matriculación...


Tú, mi hermoso Quebec de hoy, eres más versátil que un vestidito negro clásico. Puedes ser tanto miel de maple como pupusa salvadoreña y tacos de tinga, tanto manzana McIntosh como guacamole, o espaguetis boloñeses y pay de carne. Eres a la vez una sidra de hielo, una cerveza artesanal y un vino de la Isla de Orleans. Un plato de cangrejo de las nieves comido al natural, un tartar de salmón, camarones de Matane pescados en Sept-Îles, un rack de costillas asadas con salsa barbacoa o una pechuga de pato del Lago Brome. Eres un delicioso cheddar fuerte, un queso azul de la Abadía de Saint-Benoît-du-Lac, o un quesito en grano de la Quesería des Basques. Tienes un buen sabor, Quebec mío. Me haces salivar como a un San Bernardo. ¡Y diossssss que un San Bernardo babea en grande! Aunque he viajado mucho por todo el mundo, ni los tacos al pastor ni el ful y los faláfeles, ni el nasi goreng ni el laap moo ni el pollo a la mantequilla consiguen ahogar mi envidia de una deliciosa grande (y grasosa) poutine con salsita barbacoa extra queso. E incluso si apenado, piensas ahora mismo que de todo lo que tienes para ofrecer, primero elijo la comida chatarra, te respondo que todos los gustos están en la naturaleza y que nada puede ganarle a una buena salsa casera, papas fritas crujientes y queso que hace "kwick kwick" al morderlo. Eso y un gran vaso de leche con un pedazo de pastelito con caramelo.


Querido Quebec, eres un medio pollo con ensalada de repollo tradicional del St-Hubert. Eres la lila de junio y las hortensias de agosto. Eres una canción nasal de Celine Dion. Eres una zanahoria-ria-ria [17]. Un colibrí, un mapache y una marmota. La maldita última tormenta de nieve, la de la Pascua, justo después de la del día de San Patricio. Eres un plato de huevos con tocino extra miel de maple con pan casero tostado. Eres la cabaña en el lago, los ciervos que corren en la carretera en dirección opuesta y que asustan a mi mejor amiga Mélanie, el tipo que pasa en la cortadora de césped sin t-shirt para broncearse un tantito, el violín de Angèle Dubeau, la sopa pho de la Sra. Nguyen, el gol anulado de Alain Côté (era bueno, de hecho), mis dos carlinos roncando bien a gusto en el sofá, la mermelada de fresas silvestres de mi abuela, una Pepsi bien fria (no una Coca Cola, aquí es Pepsi), los mosquitos obesos, el viento del norte, una victoria de las chicas en La Fureur [18], un episodio de La P'tite Vie [19], Donalda y sus tortas de trigo sarraceno, un gol de Nacho Piatti, el inolvidable "¡Que viva el Quebec libre!" gritado por Charles de Gaulle. Es sobre todo mi primer pied-à-terre como ciudadana del mundo. Aquí, es mi casa. Y entre nieve y mosquitos, mi casa es su casa.


Sí, feliz Día con D mayúscula, querido Quebec y Feliz Día también a todos los Quebequenses. A aquellos que nacieron aquí, aquellos que nacieron en otro lugar, a los que eligieron nuestro pequeño fragmento de mapa del mundo para anidar. Feliz Día a los típicos, a los marginados, a los amantes de la miel de maple y al los fanáticos del cuscús. Yo les deseo a todos más tolerancia, más respeto por nuestra naturaleza, nuestro medio ambiente, más espina dorsal, más amor en bruto, más generosidad y una risa más honesta porque sí, queridos quebequenses, es todo eso y mucho más lo que ocuparemos para enfrentar el mundo furioso de este siglo. No les deseo un país, pues no, porque este país debe estar desbrozado en nosotros mismos antes de aparecer en el mapa mundial. Nos toca poner el empeño necesario para que este espacio sea magnífico, grandioso, inconmensurable, a través de nuestras decisiones, nuestro "actuar" y por nuestra capacidad de levantarnos y quedarnos parados, quizás un poco curvados, pero bien anclados, quedarse allí mucho tiempo, ver lejos, ver grande.


Quebec, te amo locamente.

[1] Extracto de la canción "Mon pays" de Gilles Vigneault

[2] platillo de papas fritas, queso fresco y salsa gravy.

[3] Canción de Gilles Vigneault

[4] referencia a Gilles Vigneault, la danse à Saint-Dilon.

[5] referencia a Leonard Cohen, Everybody Knows.

[6] referencia al poeta Gaston Miron, Les idées éparses.

[7] referencia a Arian Moffatt, Réverbère.

[8] referencia a Patrick Sénécal, autor.

[9] referencia a Pierre Lapointe, La forêt des Mal-Aimés.

[10] referencia a Marie Laberge, le goût du bonheur.

[11] referencia a Elisapie Isaac, cantante inuk.

[12] referencia al poeta Émile Nelligan, Le bateau ivre.

[13] referencia a Dany Laferrière, Le Charme des après-midi sans fin.

[14] referencia al cineasta Xavier Dolan, Les amours imaginaires.

[15] referencia al poeta Félix Leclerc, Moi, mes souliers.

[16] referencia a Paul Piché, Heureux d'un printemps.

[17] referencia a una canción de niños del progama Passe-Partout.

[18] referencia a un programa tele de los años 2000.

[19] referencia al programa La P'tite Vie.



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