«Da a conocer tus decisiones, nunca tus razones. Tus decisiones pueden ser buenas, tus razones ciertamente serán malas.» (Murray)
Soy drástica. Siempre lo he sido, así soy. Pienso, reflexiono, cavilo ... y de repente, sin avisar, decido algo y me pongo en acción como un muñeco sorpresa saliendo de su caja, a riesgo de provocar síncopes en mi gente cercana. Puede dar miedo si no estás acostumbrado, lo admito. Después de todo, la gente suele anunciarse un poco antes. Habla de sus sueños, de sus deseos (a veces inútiles) y deja pequeñas migas de pan a lo largo del proceso de toma de decisiones.
Yo no.
No, yo no. Para nada.
Visualizo en silencio y de repente expreso mi necesidad en todo su esplendor. Me salto el «¡Lo quiero, lo quiero, lo quiero!» y voy directamente al «eso va a ser, that’s it that’s all». Elijo mis proyectos según mis pasiones actuales y me comprometo a hacerlos realidad como si no hubiera un mañana. Por lo tanto, paso de aprender turco intensivo a practicar boxeo, hacer roadtrips en solitario en el Medio Oriente, hacer jogging, de viajecitos a Montreal diez veces al año para ver jugar el Impact, hasta mantener este blog y enseñar francés y español a medio tiempo, además de trabajar a tiempo completo (porque sí, tengo un verdadero empleo). Para quienes comparten mi vida, es desconcertante. Algunos se dicen: «¡Pobre niña, se nota que está buscando un montón quien es realmente! Va en todas las direcciones al mismo tiempo». Otros preguntan, «¿Pero POR QUÉ? ¿Por qué es tan extrema?» Algunos especulan: «Busca atención, nunca hace nada como los demás, quiere mostrar cosas» ... ¿Sabes qué? ¡Tienen razón y no al mismo tiempo! Te explico.
«Ella está buscando quien es realmente».
No: Yo sé muy bien quién soy, y sé sobre todo que soy una chica polivalente, una mujer que sabe hacer de muchas cosas, curiosa, abierta, apurada ... y testaruda. Así son las cosas. Estoy dispersa por simple gusto personal, sipi, a semejanza de mi habitación, que dejo intencionalmente desordenada ya que encuentro todas mis cosas más fácilmente así. ¡No te rías, es verdad!

Sí: Mi sed de descubrimiento es mayor que mi deseo de echar raíces en mis hábitos. ES. UN. HECHO. En este sentido, busco desarrollar facetas de mí misma que yo desconocía justo ayer. Así soy, punto. Catalogarme a mí misma, etiquetarme a mí misma, son cosas que me gustan como a todo el mundo, pero sobre todo me agrada tener el derecho de pegarme las palabras del día en la frente y tirarlas al basurero en cuanto tenga ganas de jugar el papel de recolectores de basura. Exhibicionista. Pelirroja falsa. Wannabe escritora. Boxeadora fallida. Exploradora con zapatillas altas. Corredora tortuga. Fanática de fútbol. Mujer admirando la nariz de un hombre antes de las nalgas. Bebedora de cerveza oscura, de kombucha, de Fayrouz, de Aperol Spritz y de matcha latte. Tragadora de poutine[1] italiana y de gomitas. Mamá de pugs. Nostálgica de las cartas manuscritas. Compulsiva de las pashminas. Psicóloga improvisada para quien lo necesite. Perfiladora emérita. Mala masajista. Loca por el té de burbujas con perlas de sakura. Feminista proelección. Observadora de mariposas. Metallica y ABBA en la misma playlist. Ni soberanista ni federalista. Obsesionada con Dany Laferrière. Recicladora y compostadora. «Marchitadora» de flores. Igual de romántica que una pared de ladrillos. Coleccionista de zapatos. Sexy sin querer (te lo juro). Fumadora episódica de narguile limón-menta. Groupie a medio tiempo. Anti-mascotas. Anti-payasos. Anti-Santas de centros comerciales. Team Creton[2]. Soy drásticamente una velata: ¡Cambio de tags al ritmo de mis antojos and I drink to that, baby!
En fin, que alguien se conozca muy bien no significa que tenga que dejar de buscarse a sí mismo. Al contrario, buscarte siempre un poco más te hace conectar con toda una parte de ti que suele vivir a la sombra de lo que has elegido de sacar a la luz. Barrer el piso con tu flashlight interior es un poco como armonizar tus chacras. Ommm ...
"¿Pero por qué es tan extrema?”
¿Por qué no, santo cielo? ¿Qué nos obliga a quedarnos quietos como estatuas en medio de un parque y así dejar que las palomas nos caguen encima? Nada. El inmovilismo no es un defecto cuando lo asumimos por completo, pero yo prospero mejor con nuevos encuentros, desafíos personales y frente al desconocido. Me encanta transformarme, moldear mi cuerpo y lograr que sea la herramienta ideal para alcanzar mis objetivos. Me gusta estar desestabilizada. Doy chance, no juzgo por un solo error y voy más allá de las apariencias la mayoría de las veces, ya que me gusta confiar en las personas. Drásticamente. Creo que nueve de cada diez personas merecen nuestra confianza. Bueno, ok, tal vez ocho de cada diez, en esta época de proliferación loca de los teóricos de la conspiración, pero no voy a llevar a juicio al 20% de locos en este texto.
Pero bueno, ¿por qué no empujar mis propios límites si tengo la voluntad y la capacidad? No estoy hablando de ir más allá de ellos, sino de hacerlos retroceder. Este es un matiz importante. Sobrepasar tus límites, es caer en una zona peligrosa, un área a la que vas en contra de tu voluntad o en contra de tu capacidad. Empujar tus límites es darte cuenta de que pones una barrera demasiado cerca de tu zona de confort y que hay espacio para colocarla un poco más allá. Como si hubiéramos olvidado que nuestro terreno era más grande que los límites de nuestra valla. Soy una persona a quien le gusta poner su seto de cedros al límite de su terreno, con el fin de poder usar cada parcela como mejor le parezca sin dejar de ser aislada de los vecinos. Un tal lote requiere un poco más de mantenimiento, pero con una buena podadora de césped y mucho amor, se logra. Y en el peor de los casos, puedes plantar trébol. Crece por todas partes, el trébol.
"Busca atención, nunca hace nada como los demás, quiere mostrar cosas ...".
Sí pues: quiero existir a los ojos de otras personas, no solo a los míos. De lo contrario, no estaría escribiendo un blog personal. Soy expresiva, extrovertida, sociable, exhibicionista. Entonces, si para ti la etiqueta que pongo en mi caso es la de una buscadora de atención, date este gusto, actúa en mi con efecto nulo en mi motivación. Sí, uso ropa escotada. Porque fíjate que tengo unas tetas grandes y no se me antoja complicarme la vida a buscar ropa capaz de esconderlas. Sí, tengo una fuerte opinión sobre muchas cosas. Porque me interesan muchos temas, pues. No tienes que intentar venderme la moto (sobre todo si eres un conspirador, estás avisado). Ya tengo mis razones para pensar como pienso. E incluso si solo hay locos que no cambian de opinión, no siempre tienes que intentar convencerme. La vida, hermosa perra cuando llega su tiempo, se encarga de hacernos cambiar de parecer. Soy drástica, lo sé. Pero es parte de mi encanto.
Y sí: quiero demostrar muchas cosas. A MI MISMA. Quiero impresionarme, presumir, estar orgullosa de mis pasos de tortuga o de liebre, alegrarme de haberlo intentado incluso cuando fallo. Y si eso al mismo tiempo les demuestra cosas a aquellos que tras los bastidores no confiaban en mis talentos, ni modo. No tienes control sobre lo que la gente piensa de ti. Puedes hacer todo para estar impecable, ser "miss o mister perfect", intentar mimetizarte con tu entorno, ser el padre ideal, el mejor en la cama, tener el peinado más bonito, ganar trofeos, cuidar tu reputación a lo máximo, siempre habrá alguien que te desprecie como si fueras inútil o vomitarte su almuerzo encima por tanto asco que le das. Tratar de ser perfecto irita casi tanto como las personas que se pasan de la raya al colorear, de todos modos. Así que no hay buena respuesta: perdemos, no importa cómo.
No: hago lo que quiero y no me importa si es como todos los demás o como nadie. Tengo una idea, tengo la oportunidad de hacerla realidad, me decido y ejecuto, punto. No puedo pensar en ninguna buena o mala razón para posponer las cosas. ¿Yo no tengo tiempo? Encuentro tiempo. «¡Ah! ¡Pero tú no tienes hijos, mujer!», replican unos con un tono cargado de significado. La perfecta excusa. Es cierto, no tengo hijos, pero también tengo obligaciones, prioridades, compromisos. ¿Es drástica la cosa? Eso es lo que mato diciéndote, soy drástica. Entonces, si necesito drásticamente tiempo, reorganizaré drásticamente mi vida diaria para lograrlo. Porque me lo merezco. Merezco seguir mis ideas cuando tenga los medios para realizarlas. Punto pelota.
Soy igual de drástica en la amistad, ¿puedes creerlo? Si le echo el ojo a alguien, es incondicional (a menos que descubra que la persona en cuestión es una perversa o ha cometido crímenes contra la humanidad. Porque pues, hay que calmarse un tantito la tolerancia a veces). Elijo a mis amigos por flechazos. No me importa que la persona se parezca a mí, si tenemos mucho en común o si la persona es age appropriate para mi papel de jovencita al comienzo de sus cuarentas. No me preocupo mucho de la apariencia física (ok, valido la higiene, es un mínimo). Solo me fijo en la química y las mariposas. Si hay feeling, eso es todo lo que necesito para ronronear feliz. No busco amigos para ser confortable o para verme chingona al lado de ellos, más bien, quiero amigos genuinos y que realmente sean capaces de compartir. Porque la amistad no se trata de chatear en privado con mucha gente en Twitter. Es ser capaz de dejar un pedacito de tu corazón a la consigna y encargar a otro que lo cuidará como la niña de sus propios ojos, sin ninguna duda. También es perdonar drásticamente las estupideces ajenas, incluso si nos molesta en nuestras propias ideas preconcebidas. NUNCA es demasiado tarde para abrirse a una hermosa amistad y entregarle uno de los pocos lugares vacíos entre las personas más importantes en tu sacrosanta vida. Ahí está.
Sí, soy drástica. Y quizás inflexible, por momentos. Es todo o nada. No te estoy obligando a nada, pero tampoco soy una chica de medias tintas, te imaginas bien. Antes, en otro tiempo, estaba mucho más preocupada por lo que la gente pensaba de mí. Era joven y necesitaba que me quieran, que me admiraran, que me eligieran. A medida que envejezco, con las arrugas en las esquinas de mis ojos y las pocas canas que se abren camino en mi cabello, me digo a mí misma que no necesito la aprobación de nadie para vivir, ni para dejar vivir.
¿Y tú? ¿Dónde estás? ¿Dónde te colocas en la escala del draconiano? ¿Prefieres el gris al negro o al blanco?
[1] Poutine : Platillo de Québec con papas fritas, salsa y queso. [2] Personaje de la serie canadiense La petite vie.