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Mi boxeo, mi amor


"La vida es como el boxeo, en 4 palabras: avanza, aguanta, esquiva y progresa". (Julien Lorcy)



Me enamoré del boxeo hace mucho tiempo, tanto tiempo que no recuerdo cuándo fue. Primero como fanática en su sala de estar a seguir las carreras de Roy Jones Jr, de Éric Lucas y de Laila Ali, y luego como una chica que quería tratar de sudar su vida, así no más, por el placer de superarse a sí misma. Mi mejor amigo es un tipo que ha tenido a su palmarés tres peleas de campeonato mundial. Tener la nariz pegada a este universo ayuda también a apreciar el deporte, lo admito.



Nunca peleé, nunca tuve la pretención de describirme como una verdadera boxeadora, y más bien solo adopté el entrenamiento de boxeadores, porque tenía kilos que perder y resistencia que ganar. Quizás no gano medallas o cinturones, pero me entreno de manera religiosa dos veces por semana en el gimnasio. Sentadillas, burpees, con flexiones, sin flexiones, speed ladder, speed ball, shadows con pesas o sin pesas frente al espejo, saco de boxeo, pads ... Necesité mucho tiempo y juntar bastantes fuerzas antes de que finalmente decidiera a hacer sparring (y por lo tanto, golpear a alguien y ser golpeada).


Cada mes, Pierre, mi entrenador, me decía: “esta vez vas a hacer sparring". Y yo respondía: "Nooooo, no hago eso. No soy lo suficientemente buena." Repitió y repitió su oferta con una sonrisita hasta que un día, decidí ponerme los guantes (no sin casi mearme encima, tanto que estaba estresada) y entrar al ring con él. Diremos que REALMENTE dosificó su intensidad conmigo, e incluso ni sé si me tocó una vez durante los tres asaltos que hicimos juntos. Quizás sí, en realidad. Creo que recuerdo un pequeño jab en la nariz que tenía el propósito del hacerme reaccionar, nada muy aterrador, solo un pinchazo para enojarme un poco. En aquel momento, mi mano derecha trasera estaba lejos de ser eficiente (todavía no lo es, por cierto). Yo no hacía ninguna rotación de las caderas cuando la tiraba, no volvía a acercar mi mano a mi cara después de lanzarla, osea, improvisaba. Pero intenté de todos modos tirar tímidamente algunos golpes, así como usar mi horrible gancho. Terminé probablemente dando puros jabs para mantener a raya a Pierre, la verdad. Como una típica principiante, lo que yo era, de hecho. Pero me conquistó la sensación de ocupar un ring y ser la dueña de mi propio destino.


En mi segundo intento de sparring, me pusieron contra François, un experimentado. Tenía tanto miedo de que él me lastimarؘa que al principio me quedé en el centro, mis pies pesados ​​como pesas, manteniendo mis manos tan altas por miedo que me tocara las campanas del paraíso (esto era GRANDEMENTE exagerado, en realidad). Pero contra François, fue diferente. Después de mi primer asalto estático, lo oí balbucear a través de su protector bucal un resonante: "Golpéame, como en el saco". Extendió los brazos para hacerme entender que me tocaba poner manos a la obra. Aquí es donde realmente golpeé por primera vez. Contra Pierre había intentado hacerlo, pero sin mucha convicción. Frente a François, pensé rápido: "Estás en un ring, el chico está dispuesto a dejarte pegarlo, ¡el contexto es seguro, go, go, go!". Entonces me dije a mí misma que algún día, sería mi turno permitir que alguien haga lo que François me dejó hacer para superar mi miedo. Y dos años más tarde, era yo quien iba a balbucear a través de mi protector bucal a una Julie un poco nerviosa un "golpearme", durante su primer sparring en su vida.


Porque desde entonces he trabajado mucho para aprender. Tomé clases privadas con muchos ejercicios de pads. Me grabé para revisar mis errores. Instalé un gimnasio de boxeo improvisado en mi sótano, con un gran espejo para observar minuciosamente mis movimientos mil veces repetidos. Perdí veinticinco libras y estoy trabajando para perder veinticinco más. Me encanta este deporte. Me convierte en una persona mucho mejor. Ahora soy un poco más hábil que cuando empecé. Compré nuevos guantes azules y amarillos de marca Rival, guantes mágicos (al menos me gusta creer eso). Cada vez que me los pongo, me siento diferente. Milagrosamente me transformo en una Kim Clavel, una Marie-Ève Dicaire, una Marie-Pier Houle o una Leila Beaudoin, chicas con agallas que saben cómo hacer que un saco de arena llore a lágrima viva. Al menos, me gusta hacerme creer esto, me motiva. Sí, lo sé, lo sé, juego a tomarme por lo que no soy, no tengo ni una onza (no, ni siquiera una décima de onza) de este talento en bruto, pero tengo mucha admiración por estas boxeadoras! Si ella dan su máximo al gimnasio, yo también daré mi máximo. Después de todo, el boxeo no es un deporte de medias tintas. ¡Qué hermosas modelos son para las jóvenes boxeadoras en proceso, por cierto! Son verdaderas leonas en un ring, y fuera de él, son hermosas, articuladas, llenas de humor. Todo Quebec debería estar orgulloso de ver a mujeres inteligentes y notables destacarse en un entorno que, hay que decirlo, era bastante hermético hace solo veinte años.


Porque el boxeo no es solo un deporte, es un deporte tradicionalmente masculino. Sin embargo, la cultura del boxeo femenino está en pleno auge en el país. Las mejores boxeadoras, hasta pueden ser las protagonistas de eventos principales en carteleras mixtas, algo que no existía en absoluto hace unos años. ¡Estoy muy impresionada con esta progresión! Los gimnasios están llenos de mujeres jóvenes que quieren lanzarse sin pensarlo demasiado en el mundo del arte noble... o mujeres como yo que simplemente quieren adoptar las intensas rutinas de entrenamiento del boxeo por razones de condición física pura, en lugar de hacer zumba, spin o yoga. Nos enorgullece, vamos más allá de nuestros límites, ganamos confianza en nosotras mismas y pensamos fuera de la caja. En inglés, existe esta expresión: women’s empowerment, traducida (de manera muy aproximada) por "empoderamiento de las mujeres". El boxeo femenino lleva directamente a esto. Lo denotamos observando con placer entrenar a las adolescentes en el gimnasio, a las Carolina, a las Dulce, a las Karla de este mundo. Nunca serán mujeres apagadas. Los gimnasios de boxeo hacen visibles a las mujeres. Frente a un saco de arena, no hay más timidez. Se va volando cada vez que se activan los guantes. Vaciamos nuestra cabeza de todas las preocupaciones, nos enfocamos en el movimiento, la velocidad, el poder. El chico del saco de al lado es tu igual. Él también está luchando contra sí mismo.


Los boxeadores, ya sean amateurs, profesionales o "como yo", somos sobre todo una verdadera comunidad de entusiastas. Trabajamos en el gimnasio, pero no es suficiente. Seguimos a nuestros boxeadores favoritos en las redes sociales, nos reunimos en bares para ver en grupito las mejores peleas, y cuando nos encontramos, nos detenemos unos minutos para conversar sobre el boxeo, una y otra vez. Si me encuentro con mi colega Gaby en un pasillo, nos tomamos dos minutos para comentar sobre las posibilidades de Beterbiev de enfrentar a Canelo (que probablemente sean cero) o admirar el boxing IQ de Tyson Fury. Le pregunto si planea pelear pronto (es un boxeador amateur) y sigo enviándole mensajes no muy sutiles como que me gustaría ser su "corner woman" en algún momento (sí, lo sé, no es nada emocionante lavar el mouthpiece de un chico entre dos asaltos, pero a mi se me antoja, pues). Los que siguen el boxeo tienen favoritos. A mi me gustan Artur Beterbiev, David Benavidez, Caleb Plant, Yves Ulysse Jr, Oleksandr Usyk, Loma, Anthony Joshua (él, es solo porque es guapo, pero todavía cuenta), todas las boxeadoras quebequesas ... y no me gusta Canelo (está todo dicho). En el boxeo, todo es posible hasta el último segundo. Cada boxeador está a un golpe de la gloria o de la derrota. Puedes ser el más talentoso del mundo, esta regla se aplica. Hace que el deporte sea emocionante, pero sobre todo hace que los boxeadores sean grandes atletas con una agudeza que debe durar cada segundo de una pelea. Pocos deportes son tan exigentes mentalmente. ¡Para boxear profesionalmente, hay tantas reglas a seguir! Un boxeador está acostumbrado a plegarse a tales restricciones: pesaje, respetar las zonas legales bajo pena de perder puntos (no golpeamos en la parte inferior del cinturón, ya sabes) , someterse a una variedad de normas relacionadas con el equipo y la higiene, a veces a pruebas antidopaje...


A menudo, el deporte tiene mala prensa, aunque cada vez es menos justificable. El hecho es que algunos boxeadores no siempre fueron angelitos (recordamos que Mike Tyson una vez cenó con la oreja de Evander Holyfield). Dicho esto, estamos viendo más y más boxeadores del mundo amateur pasar al lado profesional, y menos de la calle. Algunos dirán que es un deporte violento. Negarlo sería ridículo. Es un hecho. Golpearse es todo menos un paseo en un camino enguatado. Sin embargo, lo que me gusta responderles es que el deporte permite la violencia supervisada y consentida. Dos personas entran a un ring, cada una con un equipo en la esquina para guiarla en su pelea y un árbitro está allí para intervenir cuando sea necesario. Prefiero este tipo de violencia a la que resulta de deportes como el hockey. Un tipo que firma un contrato de NHL generalmente no firma para aceptar las conmociones cerebrales resultantes de los golpes sucios que vienen con el deporte. Ser golpeado de espaldas es una barbarie. Estar en un ring sabiendo de antemano que el oponente intentará tocarte es un acto voluntario y consentido. Al menos permite prepararse para los golpes, elaborar una estrategia adecuada y responder. La violencia es parte de la naturaleza humana. Más vale dejar que se exprese en un ring. Después, es cuestión de preferencia. Te gusta o no te gusta. A mi me fascina.


Mientras escribo esto, estoy deprimida al ver que las personas con poder de decisión en este período de desconfinamiento de los deportes TODAVÍA piensan que es imposible que los profesionales practiquen boxeo de manera segura en un contexto de Covid-19 en Quebec. ¿Son los quebequenses más estúpidos que los franceses o los alemanes? Ellos permitieron de nuevo el boxeo y todo va bien. Si compartir un vestuario o un banco se considera lo suficientemente seguro, compartir un ring debe ser igual de seguro si los boxeadores hicieron pruebas y que las otras personas involucradas usan la máscarilla. ¿Qué pasa con las malditas gotas de sudor? Si un dentista puede jugarme en la boca, si podemos estar diez de nosotros alrededor de una mesa compartiendo una fondue, si se puede organizar un torneo de fútbol MLS en Florida, la peor incubadora de Covid-19 en los Estados Unidos y esto, legalmente, me parece que las gotas de alguien que se hizo une prueba no deberían tener mucho peso en nuestro balance Covid cotidiano. El riesgo cero no existe en ningún deporte, de todos modos.


Hay mucha gente que, como yo, necesitan el boxeo para funcionar. Es nuestro combustible, nos mantiene en forma, nos permite descubrirnos un poco más cada día, nos enseña con gran elocuencia lo que constituye una superación real. También permite a los jóvenes gastar su energía, evacuar su ira de manera controlada (un mal necesario en nuestra edad de locura) y aprender a respetar.


Si mi boxeo, mi amor, finalmente puede reanudarse pronto, 2020 no se arruinará por completo ...

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| par La vie est un piment

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