"En las relaciones humanas, el drama no comienza cuando hay un malentendido sobre las palabras, sino cuando el silencio permanece incomprendido" (Henry David Thoreau)
Advertencia: este texto no está realmente basado en hechos. Es pura especulación, divagaciones inopinadas y un acumulamiento de lo que sea. Pero es divertido leerlo de todos modos.
Otra advertencia: te estoy checando.. Te aconsejo que seas amable. No me siento paciente hoy.
Advertencia suprema: estoy en síndrome premenstrual. Sí, en SPM. Que no se te vaya a olvidar.
Esta semana, un amigo me envió un mensaje para preguntarme por qué, Dios mío, nosotras, mujeres somos tan dramáticas. Sentí un poco de exasperación en su pregunta, lo que me hizo bastante sonreír (obviamente), pero tomé tiempo antes de responderle. Después de todo, este es un debate que ha estado ocurriendo durante mucho tiempo y yo necesitaba pensar en una respuesta decente.
Al principio, quería escribirle algo así como: "¡No, no veo lo que quieres decir con esto!". Pero a medida que comencé a escribir mi linda frasecita perfectamente redactada (por lo menos en mi mente), me puse a pensar que mi respuesta podía tomarse en el sentido literal (como si yo fuera alguien indignado y listo para escalar las barricadas), o, a un segundo grado (como si yo fuera alguien más que de acuerdo con la afirmación). Mi posición real estaba de hecho dividida entre los dos polos, descuartizada un pie en el lado de la negación de la idea y el otro en el lado de la generalización en bruto. ¿Qué quería decir, exactamente? Al pensarlo más que bien, yo tenía que confesar de todos modos que las mujeres eran bastante tormentosas a sus horas. A menudo navegamos a través de los meandros de la vida, el cabello en el viento, por ejemplo. Pero oye, tenemos nuestras razones, y que sean buenas para lamerse los dedos o totalmente de mierda (no tengamos miedo de las palabras), siguen siendo válidas de todos modos. Así que identifiqué algunos puntos que podrían (¡enfatizo que uso el condicional, aquí!) influir en ocasiones en la carga emocional femenina y servir como una incubadora para la diva en sí misma. Ok. Solo el tiempo de un pequeño espectáculo de nada en absoluto donde nuestros talentos en drama se notan.
Historia con una gran H
Las mujeres históricamente han sido prisioneras de sus cocinas durante siglos. Cuando una está sola en casa a extender masa para hacer tortillas y a limpiar, barrer, desinfectar, hay que constatarlo, le da mucho (demasiado) tiempo para imaginarse cosas, para extrapolar, para asumir, para dudar, para vacilar. Antes de que algunos de ustedes me rompan los oídos con frases como "¡siiiii, pero esta época ya se acabó desde mucho tiempo!", debo enfatizar que no es porque han pasado cincuenta años desde que las mujeres ganaron el derecho a realizarse en la sociedad al igual que los hombres, que por lo tanto han perdido sus malos hábitos. Se necesitan siglos para deshacernos de los reflejos que la historia nos ha hecho desarrollar. SIGLOS, ¡ES LARGO AL MAS NO PODER! Sí, estoy gritando, tienes razón. Vale la pena gritar para recordar que no la historia no se borra como borramos un pizarrón. No hay un botón "delete" que destruye todo el genoma de lo que ha estado anclado durante siglos y siglos (amén). Me hace salir de mis casillas cuando pienso que esperamos que las mujeres rompan sus lazos con su pasado lejano, el que pasó de madres a hijas y de padres a hijas, mientras nadie concede gran importancia al hecho de que todavía la mitad de los hombres no sabe cómo cocinar, por ejemplo, y que todavía se ve un poco mal, en 2018, que un niño juega con una muñeca. Lo que es bueno para ella debería ser bueno para él, al menos en MI universo.
Sí, la historia ha dejado huellas. La mujer moderna de hoy, aunque resulta ser un poco amnésica, lleva en ella las heridas de aquellas que pasaron por el mundo antes que ella. A veces, casi siento que hemos sido genéticamente programadas para llevar el mundo sobre nuestros hombros. Es en nuestro ADN femenino volvernos locas con la sola idea de que algo podría haber sucedido o algo está sucediendo. También está en nuestro ADN tener miedo de tener miedo, a veces. Nos dijeron tanto de cuidarnos de todo, es nuestro trasfondo judeocristiano, un mundo donde la mujer es el sexo débil. Entonces, tenemos miedo cuando hay un ratón en el armario, o una araña en el baño (en este sentido, mi esposo debe tener sangre femenina, porque la vista de la misma araña de repente convierte su tono de voz en el de Mariah Carey ejercitando su voz). Tenemos una tendencia a preocuparnos, a hervir de impaciencia como una tetera, a mordisquearse las uñas de ansiedad hasta la sangre (con el esmalte de uñas y todo), a tener eczema, a imaginar los peores desenlaces del mundo cuando una se enfrenta a lo infinitamente grande o lo infinitamente pequeño, al menos en pensamiento. No, pero admítelo, conocemos esto, el arte de hacerse todo un show y, lo que es más, sabemos cómo condimentarlo a nuestra manera. Cuando perdemos el contacto con la realidad, nos "dramaqueenizamos" un poco, mucho, apasionadamente y locamente, y una vez que pasa la crisis, comemos todo el chocolate que tenemos a mano (lo sabemos, es obvio, todas las mujeres tienen como mejor amiga una barra de chocolate a 70% de cacao tirada en el fondo de un cajón), eso y un resto de helado a sabor de caramelo que duerme en el fondo del congelador. Somos iguales de intensas que un Hulk en plena transformación. El colorcito verde va bien con nuestro humor enfermizo propio al sexo débil, además.
Bromas aparte, el feminismo ha abierto puertas para las mujeres de hoy, al menos aquí. ¡Ah! Este maldito feminismo, esta palabra usada erróneamente para, entre otras cosas, significar el extremismo de algunas. Sin embargo, es el feminismo el que permite a las mujeres liberarse de sus cadenas, no solo las que fueron impuestas por la supremacía masculina de los últimos siglos, sino también las que las mujeres continúan imponiéndose a sí mismas por el mero hábito. Gracias a él, continuamos progresando como sociedad. Por otro lado, los nuevos logros no borran las cicatrices de la historia. No hace mucho tiempo, las mujeres eran verdaderas máquinas a parir y pasaban una docena de años embarazadas (y a veces más). No iban a la escuela, al menos no por mucho tiempo. No votaban o votaban como el marido lo decidía. No podían manejar un auto (nos reímos bien, pero las mujeres sauditas acaban de ganar este derecho en 2017). Su matrimonio a veces era arreglado y esto sigue siendo el caso en muchos países del mundo. Las representaban ya en todas las novelas como seres débiles y sensibles, llorosos e ingenuos, sin juicio y superficiales. Ciertamente, no conocer el mundo exterior, no tener control sobre su propio cuerpo, no ser capaz de deshacerse del querido padre o del querido esposo para decidir sola, tener que mendigar al marido lana para poder comprarse un nuevo par de botas o un botellita de champú... En un punto, todo lo que te queda es tu maldita emoción, que se amplifica por la razón dada en el siguiente párrafo.
Las malditas hormonas
Las mujeres están un poco discapacitadas hormonalmente. Bueno, no es científico para nada, todo eso, viene de mi pura imaginación, pero sigue siendo nuestra realidad. Desde la edad de diez hasta cuarenta y cinco o cincuenta años, tendrán hormonas que jugaran al yoyo menstrualmente (uy, mensualmente, lo siento). Tú, el hombre que lee estas líneas, déjame explicarte lo que esto significa, concretamente. Es como si literalmente pasarías dos semanas al mes (una semana de síndrome premenstrual, una semana de menstruación) en una montaña rusa que a veces es tan lenta que te da tiempo para anticipar todo y hasta para inventarte líos, y a veces va tan rápido que pierdes contacto con la realidad. Cuando eso sucede, tratamos de equilibrar las cosas, pero te digo, si aún no lo has notado, que en verdad no funciona todo el tiempo. Luego viene la píldora anticonceptiva que empiezas a tomar, y luego dejas de tomarla, viene el embarazo, luego el posparto, el período de lactancia para el cual comenzaremos a tener un bigote (¡pues sí!), luego viene la menopausia... En resumen, durante aproximadamente cuarenta años de tu vida, pasas el 50% de tu tiempo "sobre" las hormonas, igual que algunas personas se explotan los sesos con drogas o alcohol. Bueno, para nosotras, las mujeres de este mundo, nuestra droga, son las malditas hormonas. Estar "sobre las hormonas" es como congelarse el cerebro comiendo un raspado. Por una fracción de segundo, ya no vivimos en el mismo mundo que los demás. Es igual de molesto que la tortura de la gota de agua. Perdemos la paciencia por nada, no podemos soportarlo más, nos exasperamos, vemos negro, nos convertimos en Hiroshima que explota. Boom!
Es un universo femenino, las hormonas. No es que los chicos no tengan que tratar con ellas directamente, pero su consistencia y su naturaleza son diferentes. Cuando estoy en SPM, personalmente quiero romper la nariz de todos. Es por eso que comencé a boxear. Cuando siento que todo el universo me cae gordo, no hay nada mejor que un saco de arena y un speed ball para deshacerme de mi energía negativa. Y por lo tanto, salvo varias narices. Esta es la salida perfecta. ¡En periodo de SPM, todo me molesta! Llegas cinco minutos tarde, esto me encabrona. Pediste mostaza en lugar de ketchup en mi dogo, esto me encabrona. Me reprochas por estar en SPM, y entonces, realmente quiero arrancarte los ojos de la cara (¡porque NUNCA le debes decir esto a una mujer, consejo de amiga!). ¿Te quedas calladito? Cada uno de tus silencios puede ser malinterpretado. Sin excepción. Cuando te paras frente a una mujer que anda en modo "hormonas", no dejes de hablar. Los silencios son un riesgo para tu vida. El silencio es oro, pero solo dos semanas al mes. ¡Los otros dos, te conjuro, habla!
¡Uf! ¡Son agotadoras, las hormonas! Sé algo al respecto, estoy escribiendo este texto en medio de una tormenta mensual de hormonas. Además, mi esposo no se arriesgó y se instaló en el sofá con los dos perros para pasar la noche. Él sabe que para mi, dormir en estrella de mar en la cama de matrimonio es un encanto y como resultado, estaré arrullando más mañana tempranito. Bueno, quien sabe...
Las heridas juveniles
Veo otra razón que podría hacer que una mujer juegue a la drama queen con demasiada frecuencia: Las famosas heridas juveniles. Estas heridas son lesiones heredadas de la primera infancia cuando fuimos condenadas al ostracismo o intimidadas. A veces, también proviene de un entorno familiar donde había una desigualdad en la atención que se le daba a cada niño. A algunas mujeres a menudo se les dijeron, en su juventud, que no eran capaces de esto o aquello. Cosas como, "¡No es para niñas!" O "Es un mundo de hombres, déjalo en manos de hombres de verdad". Y aunque estos comentarios pueden parecer triviales, cuando se le dice esto repetidamente a una chica intrigada por algo, puede terminar creyéndolo y ver el colapso del castillo de cartas de sus ambiciones. En cualquier caso, a menudo resulta en un fracaso de este sistema que es nuestra confianza. La falta de confianza en uno mismo, un complejo de inferioridad no curado, la búsqueda de su propia vocación, de su propósito y los cuestionamientos perpetuos pueden acelerar el desarrollo del drama dormido en sí mismo. El trastorno de personalidad histriónico, ¿lo conoces? Varias buscadoras de atención están afectadas de este mal. No solo los narcisistas y los egocéntricos están explotando de vez en cuando, te imaginarás. Hay muchas otras aflicciones en el diccionario.
¿Y cómo podemos reconocer a estas chavas heridas? Muy fácil. Pretenden ser las amigas de todos. Una buena, muuuuy buena amiga. "Él es mi amigo. Lo conozco bien". Esto puede ser cierto, pero cuando esta frase es asociada con demasiadas personas diferentes, es sospechoso. Usar una amistad para darse valor es un signo de inseguridad. Además, las mujeres con personalidad histriónica están demasiada interesadas en la vida de los demás. Actúan como centinelas que vigilan y vigilan, y reportan la información utilizando fórmulas indirectamente contaminadas con criticadas aparentes. En resumen, tienden a dejar que otra persona abra el baile de las lenguas sucias para ellas, para embarcarse en una conversación animada sin ser las instigadoras formales. ¿No es sublime como estrategia? ¡Gran arte! También son drásticas y críticas, especialmente hacia individuos del mismo sexo. Esto son celos fuera de lugar, llamemos al pan pan y al vino vino. Después de todo, el éxito de otras les roba la atención y los hiere profundamente. Y, por último, a veces harán crisis espontáneas a sus seres queridos, y luego se justificarán con frases hermosas y bien preparadas que enfaticen una de sus muchas cualidades: "Lo siento, pero me conoces, no me gusta andar con rodeos. Honestamente, digo todo lo que pienso"... Bla, bla, bla... La excusa es fácil, esto de decir lo que uno piensa para justificar un ataque de celos. Sirve más a reenfocar la atención de los demás hacia su proprio ser. Es una estrategia que data de los albores del tiempo. Todo esto esconde un magnífico ejemplar de reina del drama potencial, ni más ni menos.
Todos tenemos a alguien así a su alrededor. Yo mismo, sé algunos de ellos. Sinceramente, prefiero un drama de mil reinas en crisis hormonal que una de esas buscadoras de atención que chupan energía.
En resumen, nadie quiere encontrarse cara a cara con una mujer en posparto que se aburre en casa cuando el bebé duerme y que está celosa de la libertad de quienes no tienen hijos que cuidar y pueden ir al partido, al concierto o a esquiar cuando lo desee. Y es con estas bellas palabras que terminaré este texto. Iré a engullir un pastelito y así comer mis emociones antes de esparcirlas por todas partes innecesariamente.